Tan sólo 22 horas después de acabar con la vida de Isabel Carrasco, Montserrat González no mostraba arrepentimiento por lo ocurrido y pedía comunicarse con su hija: “Es la primera noche que duermo tranquila. Quiero ver a Triana”.

El encuentro se producía en una sala de la Comisaría de León, antes de la declaración formal ante la jueza. Una vez allí y ante la presencia de dos inspectores Triana advertía a su madre: “Mamá, no se te ocurra decir quién la tiene, que es policía local”.

Tan sólo 30 minutos después aparecía el arma del crimen. Raquel Gago, la amiga policía de Triana, la había encontrado en el asiento trasero de su coche: "En el bolso identifiqué unos pañuelos, un guante y un bolso más pequeño. Dentro identifiqué algo metálico. La parte central de la pistola. Me quedé sin respiración".

Aunque las protagonistas del crimen quieran mostrar que el asesinato fue casual, el odio y la inquina que sentían hacia la que fuera Presidenta de la Diputación de León sigue confirmando el móvil: "Por la injusticia con mi hija que actualmente no puede dormir ya que Isabel le llevaba haciendo la vida imposible desde hace tiempo" afirmaba Montserrat González.

González, además sigue manteniendo que su hija no tenía constancia del plan para matar a Carrasco: “Yo he matado a Isabel. Triana no tiene nada que ver”. Pero lo cierto es que fue en casa de Triana donde la policía encontró fotografías y relaciones sobre las rutinas de su víctima además de otra pistola, munición y seis bolsas de marihuana.