A principios de los 80 el PSOE fue el principal zapador, obsesionado con dinamitar a Suárez. "Salga a la luz, vea a la gente y despejará esas brumas que en su mente le hacen sentirse atacado sin razón", le acusaba Felipe González.
Pero razones tenía el presidente para parapetarse ante el fuego socialista. Con el libro de historia en la mano hoy toca acto de contricción. "Siempre se arrpiente uno, sobre todo formalmente", revelaba Alfonso Guerra en una entrevista para Antena 3.
Pero demonizar a Suárez no fue un pasatiempo exclusivo del PSOE, también Fraga miraba con desdén a aquel que le arrebató el puesto. "Parece ser que la presidencia del Gobierno debía de haberse ganado por oposición y él (Fraga) tenía al parecer un currículum más importante", afirmaba el propio Suárez.
"Fraga era un señor que en aquella época había escrito ya más de 50 libros y Suárez había leído 50 libros", explicaba Fernando Ónega en el programa especial de laSexta columna.
No era el único que se jactaba de la escasa altura intelectual de Suárez. Calvo Sotelo llegó a decir que en la Moncloa había más teléfonos que libros, en su propio partido también le zancadilleaban. "Más de 40 diputados de la UCD antigua manifestaban públicamente que no estaban de acuerdo con la política que seguía el presidente del Gobierno.
Ese run run en su partido era un clamor en los cuarteles y siempre se ha especulado con que un cónclave militar terminó por disolver el último asidero de Suárez. "Se celebra una reunión entre el rey, los militares y el presidente del Gobierno; después de esa reunión Suárez lo tiene todo perdido", revela el periodista José Oneto.
Hoy todos entonan el mea culpa y aquellos poderes fácticos y políticos que le dieron la espalda se vuelven para despedirle.