Jaume Matas, expresidente de Baleares, ha entrado en la cárcel. Finaliza aquí un larguísimo proceso en el que el exministro ha intentado evitar la prisión defendiendo siempre su inocencia.

Pidió un indulto que el Consejo de Ministros, del que un día formó parte, le ha denegado. Después incluso recurrió a la Audiencia de Palma para que le cambiara su pena de cárcel por trabajos sociales, pero tampoco tuvo éxito.

Como un preso cualquiera, nada más entrar en la prisión, Matas ha sido identificado y se le ha abierto un expediente. A continuación  los funcionarios le han cacheado, le han registrado sus pertenencias y  leído sus derechos. Luego ha pasado a ocupar su celda en el módulo de ingresos, donde ya espera la visita de un médico.

Por delante al exministro de Aznar le quedan nueve meses de condena por un delito de tráfico de influencias. Pagó con dinero público al periodista que le escribía sus discursos, Antonio Alemany, también condenado.

La primera de una larga lista de causas abiertas esperando ser juzgadas, como la veintena de ramificaciones del caso Palma Arena o la red de contratos de la Gürtel en Baleares. La elección de Matas de ingresar en la prisión de Segovia no es casual.

Ocupará una de las 344 celdas de una de las cárceles más modernas y tranquilas de España. 42.000 metros cuadrados de recinto con zonas verdes y hasta piscina. Aquí finaliza la trayectoria del primer exministro en ir a prisión.