Las luces, los andamios, el balcón y las camisetas con el rostro de Isabel Díaz Ayuso que peinaban por todos lados la sede de Génova auguraban que, la noche de este 4M, los populares se iban a divertir. Por primera vez en años, encaraban unas elecciones con una alegría que les brotaba de tal manera que les era imposible de contener. Aunque lo intentaban.

En los primeros instantes de la tarde, los ojos, agazapados tras las mascarillas, desvelaban las sonrisas a diestro y siniestro de los propios cargos del Partido Popular. Se sabían triunfadores, pero aún trataban de dominar la euforia. "Pinta bien", reían todos. Pero no sabían que sería tanto.

Fue cuestión de minutos. El dj colocado en el exterior de la sede nacional del partido -y que acoge también la casa del PP de Madrid- venía pinchando temazos para calentar un ambiente que ya se encontraba en ebullición y que rozó el éxtasis cuando, pasados diez minutos de las diez de la noche, Isabel Díaz Ayuso, acompañada de Pablo Casado, asomó por el balcón de Génova. La calle rugió.

Ayuso al micrófono

Lo que antes eran canciones de ritmos latinos o el pop español más actual, pasó a la sintonía de la formación. El telonero del espectáculo fue el propio presidente, porque la estrella estaba más que clara. Y se confirmó en cuanto cogió el micro.

"Espero que los tabernarios hayáis pasado un buen día", guiñó Ayuso

"El sanchismo no entra en Madrid porque no se puede dirigir, no se puede controlar, no se puede imponer", saludó Ayuso. "La libertad implica que una persona pueda empezar una y mil veces de cero. Eso es libertad, lo que nos querían quitar".

Ayuso comenzaba su discurso y se sucedían las carreras en las calles aledañas a Génova para intentar, por todos los medios, verla en carne y hueso. Ella no defraudaba. "Espero que los tabernarios hayáis pasado un buen día", guiñó. "No sé puede hablar por todos, igual que no se puede cerrar todo y decir: aquí tienes una paga".

El festival de la libertad

Libertad, libertad y más libertad. Cuando la lideresa del PP de Madrid se tomaba un segundo entre frase y frase, su público aprovechaba para corear ese lema, repetido hasta la caricatura a lo largo de los últimos 56 días, pero que sigue encandilando a los suyos. Allí estaba la demostración en carne. Los más jóvenes sentían que estaban en un festival, y así lo comentaban entre ellos: "La pena es que no podamos quedarnos a reventarlo", se lamentaban.

Ante una masa casi en nirvana, la policía se apartó

Pero tenían a Ayuso enfrente, mentando todo aquello que querían escuchar, y las penas se olvidaron. "España es otra cosa. España empieza en Madrid, y cuando decimos que Madrid es España es porque aquí viene lo mejor de cada rincón del mundo a vivir en paz y en libertad", sonreía la presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata más votada en estas elecciones, de largo.

El perímetro de seguridad se olvidó. Las sillas preparadas para que los asistentes guardaran las distancias, también. El acordonamiento policial -unas escuetas vallas- no sirvieron para mucho, y los agentes, que se retiraron a un lateral de la calle Zurbano, se rindieron ante la evidencia: a la masa, cercana al nirvana, no se la podía parar.

"Si lo llego a saber, me peino"

Es la primera victoria pírrica de la era Casado. Al menos, que se haya podido vivir en sus cuarteles generales, más allá de la mayoría absoluta de Feijoó. A Pablo Casado no se le ha olvidado y aprovechó para soltarlo, de soslayo, en su intervención y, de paso, recordar que hace dos años le llovieron críticas por colocar a Ayuso al frente del ticket electoral de la Comunidad de Madrid. Ella, que por entonces sólo era su amiga fiel y secretaria de Comunicación del partido a nivel regional.

Los ciudadanos querían Ayuso, querían verla, querían poder decirle algo y, con mucha suerte, conseguir una foto medianamente cercana

"Hace solo dos años aquí éramos muy pocos, pero todo Madrid ha conocido el coraje, la cercanía, la humildad de Isabel por echarse a la espalda los problemas de los madrileños", sintetizó, entre vítores. Intentó hacer campaña para sí mismo y, al mencionar la "concordia y convivencia" que defiende su proyecto a nivel nacional, los aplausos mermaron.

No, los ciudadanos querían Ayuso, querían verla, querían poder decirle algo y, con mucha suerte, conseguir una foto medianamente cercana. Una señora, cercana a la cincuentena, acompañada de una amiga de edad similar no podía parar de resoplar cada vez que se colaba en el tiro de cámara de alguna televisión. "Qué vergüenza, por favor, si lo llego a saber me hubiese peinado un poco", cuchicheaba.

Después de Ayuso, Mecano

La mayoría de los asistentes congregados en Génova eran jóvenes, pero no estaban solos. Más mujeres que hombres, aunque los menos eran los que rondaban la edad de jubilación. Todos los diputados del PP, daba igual de qué circunscripción: Ourense (Ana Vázquez), Soria (Tomás Cabezón) o Sevilla (Teresa Jiménez-Becerril) estaban celebrando, moviendo las caderas y vitoreando, como cualquier otro, el triunfo.

García Egea pidió música y sonó Mecano: "Un saludo a Nacho Cano"

Las mascarillas eran de todo tipo -incluidas las personalizadas con el nombre de Madrid, pero también se vieron de equipos de fútbol dispares, como el Athletic de Bilbao-, y no se perdieron siquiera cuando sonó la primera canción posdiscurso, pedida por el secretario general, Teodoro García Egea, al Dj de la noche, conocido como DJ Pulpo.

Los acordes, claro, no pudieron ser otros. Sonó ‘Maquillaje’, de Mecano, primero -"Nuestro saludo para Nacho Cano. Mecano arriba", guaseó el dj-; ‘Libre’, de Nino Bravo, después -"Esas banderas arriba, es el himno de la libertad"-.

"Estamos en plena pandemia"

Cuando se apagaron los focos eran las 22.48 y el tiempo de descuento hasta comenzar el toque de queda se consumía bien raudo. Los protagonistas salieron del balcón, ese que llevaba años sin gozarse de la manera de este martes, y comenzaron las proclamas a pie de calle.

"Oa, oa, oa, Casado a la Moncloa", "Ote, ote, ote, comunista el que no bote" y las vivas a España coparon el setlist desde ese momento. La policía comenzó a disolver y se formaron remolinos -"Qué agobio, qué horror, no puedo", suspiraban algunos intentando salir de la fiesta-, pero no pararon las fotos. Nadie quería irse a casa.

A cinco minutos del toque de queda, la policía comenzó a disolver

La policía comenzó a usar los silbatos cuando sólo distaban cinco minutos de la hora tope. "Nos vamos a casa, recogemos. Estamos en plena pandemia", recordaron los agentes, porque, desde luego, allí se había olvidado.

La última gran fiesta de Génova

En Génova, los más recalcitrantes se mantuvieron hasta pasadas las once con la esperanza de poder vislumbrar, de nuevo, a Ayuso. También de estirar el reloj y no terminar con el sueño. Sin mucha suerte.

El PP se había desquitado de sus viejos fantasmas y por eso decidió celebrar su victoria a lo grande, porque quién sabe cuándo volverán a hacerlo

El Partido Popular se había desquitado de sus viejos fantasmas y por eso decidió celebrar su victoria a lo grande, porque quién sabe cuándo volverán a hacerlo. A momentos, aquello recordó a sus mejores citas electorales. Pero las luces, como en la vida, se apagaron y volvieron a la realidad.

Fue un fin de fiesta rápido, con ganas de más. Aunque, de continuar el jolgorio, ya, desde luego, no lo hará más en Génova.