La carta de Pedro Sánchez abre cuatro posibilidades. Todo dependerá de lo que el presidente del Gobierno finalmente decida. La primera hipótesis es que opte por dimitir pero sin disolver las cortes. La actual vicepresidenta del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, encabezaría el Gobierno en funciones hasta que se celebrara la investidura de un nuevo presidente o presidenta. Esta posibilidad dejaría un escenario muy complicado, con un Congreso de los Diputados fragmentadísimo que tendría que encontrar un candidato -en la izquierda o la derecha- que lograra aunar una mayoría.

La segunda hipótesis consistiría en convocar elecciones. Para esta opción habría que esperar hasta el 29 de mayo, cuando se cumple un año desde la última disolución de las cortes. Y aquí se abrirían dos caminos: que Sánchez quisiera ser el candidato del PSOE para esos comicios o que pusiera al partido en un brete por tener que buscar (contrarreloj) un nuevo líder y candidato.

La dimisión de un presidente del Gobierno de España ya la hemos visto en democracia. Lo hizo Adolfo Suárez en 1981. "Les presento irrevocablemente mi dimisión como presidente del Gobierno", decía entonces Suárez.

Como tercera hipótesis existe la posibilidad de que Sánchez opte por plantear una cuestión de confianza, demostrar que tiene fuerza suficiente en el Congreso y movilizar a la izquierda. Necesitaría más síes que noes. "No es como la investidura. Requiere una mayoría simple. Es una forma de preguntar si el presidente todavía goza de la confianza de la Cámara", ha explicado hoy en Al Rojo Vivo el politólogo Lluís Orriols. Sería la tercera vez que un presidente pide la confianza así del parlamento. Adolfo Suárez y Felipe González se enfrentaron a una cuando fueron presidentes, y los dos consiguieron salir airosos.

Si Sánchez no escoge ninguno de esos tres caminos, tiene un cuarto más. Que su reflexión le lleve a seguir como presidente del Gobierno y continuar al frente del Ejecutivo. Sea como sea la decisión será suya.

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