Hoy comparte su día a día con reclusos, pero hace una década camelaba a banqueros suizos con sus presuntos contactos en las altas esferas. Ni más ni menos que Emilio Botín y Francisco González, presidente del BBVA, era su manera de regatear y pedir una rebaja en el dinero que le cobraban por hacer transferencias.

Luis Bárcenas presumía de sus habilidades sociales y se vendía en Ginebra como publicista inmobiliario, más experiencia para su excelso currículum. Bárcenas no sólo era un mero contable, ante el juez Ruz se ha presentado como un hombre para todo con actividad en sectores dispares.

Vendedor de unas gafas de moda, distribuidor de un innovador modelo de sillas, terrateniente dedicado al limonero en Argentina, asesor internacional, accionista en empresas químicas o editoriales; sin embargo, lo que más le ha gustado siempre a Bárcenas y su mujer es el arte. Sus polifacéticas actividades sirven para justificar, según el extesorero popular, la bonanza de sus cuentas suizas.