Borrada del mapa

Trump convierte en escombros el Ala Este y borra dos siglos de historia: así luce ahora la Casa Blanca a vista de pájaro

Las consecuencias El republicano ha destruido un lugar clave a nivel histórico, político y social de EEUU para construirse un salón de baile de 240 millones de dólares con capacidad para 9.000 personas

A la izquierda, la Casa Blanca con el Ala Este; a la derecha, sin él
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Adiós al Ala Este de la Casa Blanca. Adiós a uno de los lugares más emblemáticos de la casa del presidente de Estados Unidos. A un lugar en el que se han visto imágenes, fotografías, como las de Obama corriendo con su perro Bo o las de Ronald y Nancy Reagan en la sala de cine privada. O a los Bush, celebrando el cumpleaños de su terrier. Todo, tras la decisión de Donald Trump de demoler una parte de la historia de EEUU para construir un salón de baile.

Para romper con siglos de historia estadounidense. Historia demócrata. Historia republicana. Historia que ya ha quedado convertida en simple escombro. Así lo demuestran las imágenes vía satélite, unas en las que se puede ver el antes y el después de la segunda vez de Trump en el Despacho Oval.

En una, la Casa Blanca tal y como era hasta dicho momento. Con todo. Con ese lugar, con ese Ala Este, que ha vivido momentos más que importantes tanto a nivel social como político en la historia de EEUU. En otra, la nada. Un vació donde Trump quiere poner un salón de baile de 8.000 metros cuadrados y con capacidad para 900 personas.

Uno muy similar, casualmente, al de la residencia de Trump en Mar-a-Lago en Florida. Uno que costará 240 millones de dólares que, según el presidente, se financiará con donaciones privadas. "No hay dólares del Gobierno", ha expuesto a la par que ha afirmado que tendrán "el salón de baile más hermoso del país".

Los colores elegidos para un lugar que también servirá para banquetes son el blanco y el dorado. Sobre todo el dorado, algo que ya es una señal de identidad de Trump.

Así será algo que ha sido "un parque nacional de EEUU" según Laura Bush. Que es un pedazo de historia del país en la que las mujeres comenzaron a ser algo más como unas acompañantes del presidente. En donde todo empezó a cambiar desde que en los años 30 Eleanor Roosevelt rompió el molde. Allí organizaba reuniones junto a la chimenea, junto a activistas, periodistas y asociaciones de todo el país. Allí hablaban de derechos civiles, pobreza o educación.

Fue la primera en demostrar que desde el Ala Este se podía hacer política, algo que dejó claro Rosalynn Carter en los años 70. Personalizó el cargo y marcó el camino para las Hillary Clinton, las Michelle Obama o las Jill Biden. Todas ellas, con una agenda propia.

Porque la primera diseño sus propias propuestas de Sanidad. Porque la segunda ensayaba sus discursos sobre educación y salud. Porque la última impulsó programas de apoyo a familias militares y a la enseñanza pública.

Y es que así ha sido el Ala Este. Así ha sido el lugar de la tradicional Navidad de la Casa Blanca. El lugar de varias de las fotos e imágenes más míticas y emblemáticas de demócratas como de republicanos por igual. Donde las mujeres, donde las esposas de los líderes de EEUU, empezaron a ser escuchadas.

Ahora ya no está. Ahora todo eso ha quedado reducido a escombros y recuerdos por el último, de momento, capricho de Donald Trump. Para su nuevo regalo de más de 240 millones de dólares.

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