Solo tenemos que remontarnos un mes para encontrar un precedente directo del accidente de Baltimore. Un carguero chocó contra un puente en la ciudad suroriental china de Cantón, dejando con cinco muertos, poniendo ya de relieve los riesgos de seguridad de estas embarcaciones e infraestructuras urbanas.

No muy lejos, en Corea del Sur, un barco ruso se empotró contra otro megapuente, casi en hora punta del tráfico. Fue en 2019 y esa vez, lo peor se lo llevó el propio mercante.

Tremenda fue la tragedia en la India hace dos años. El turístico puente colgante de Morbi, construido a finales del siglo XIX (época colonial británica) y popular atracción alabada como "maravilla tecnológica", se vino abajo repleto de gente: 135 personas murieron. Presuntamente se produjo por un deficiente mantenimiento.

Tampoco estaba en el mejor estado de conservación el Puente Morandi de Génova, no colgante pero sí 'atirantado', que en 2018 no soportó los fuertes vientos y el denso tráfico, derrumbándose: una treintena de vehículos cayeron, 43 personas fallecieron. Tuvo que ser demolido por completo.

El mal tiempo desencadenó también la catástrofe de Entre-os-Rios, con 59 muertos, en Portugal. Uno de los pilares del puente sobre el Duero cedió a la crecida del río, tras días de aguaceros, y dos tramos de la carretera se deshicieron como cartón mojado.

Aguas torrenciales fueron también la causa de los siguientes ejemplos: en Brasil, hace cinco años, la rotura de una presa borró literalmente del mapa una de estas megaestructuras.Y algo parecido pasó en Argentina, este enero: la torrentera se llevó por delante un puente de La Plata. Algún que otro puente ha sido víctima también de las imprudencias, como la de un conductor que llevaba el volquete de su camión levantado y dejó el paso de la Ruta 36 argentina destrozado.