Cumbre EEUU

Nuevo 'desliz' diplomático de Trump: intenta alabar al presidente de Liberia por su "buen y hermoso inglés" cuando es su idioma oficial

La otra cara Boakai, presidente de Liberia, se ha limitado a sonreír y no ha querido entrar al trapo ni informarle de que el inglés es el idioma oficial del país que fue elegido en 1822 para enviar a esclavos afroamericanos liberados.

El presidente de EE.UU., Donald Trump, durante la cumbre en la Casa Blanca, con líderes africanos.

No es nuevo que Donald Trumpno se prepara las reuniones. Lo han contado exasesores, lo han insinuado aliados y lo han sufrido en silencio decenas de mandatarios. Pero pocas veces ha quedado tan claro como este miércoles, cuando en una cumbre con varios líderes africanos en la Casa Blanca, el presidente de EEUU protagonizó una escena tan absurda que parece sacada de una parodia.

El presidente de Liberia, Joseph Nyumah Boakai, tomó la palabra en inglés para agradecer la invitación y expresar su voluntad de colaboración. Trump, con gesto de sorpresa, interrumpió para preguntarle: "¡Qué buen inglés! ¿Dónde aprendió a hablar tan bien? ¿En Liberia?"

Risas nerviosas, alguna mueca contenida, miradas incómodas. Boakai, con una cortesía forzada, asintió sin saber muy bien cómo responder. Trump, convencido de que estaba siendo encantador, remató: "Qué buen inglés. ¡Muy bonito."

Lo que el presidente estadounidense no sabía —o no había leído en el dossier que seguramente ignoró— es que el inglés es el idioma oficial de Liberia desde el siglo XIX. Y no solo eso: la historia de Liberia está profundamente entrelazada con la de Estados Unidos. No se trata de una coincidencia cultural, sino de un capítulo clave en la historia de la esclavitud y la emancipación en América.

Liberia: un país con acento estadounidense

Liberia fue fundada en 1822 por antiguos esclavos afroamericanos liberados, que fueron enviados a África por la Sociedad Americana de Colonización, una organización que promovía su "repatriación" como solución al debate racial en EEUU. Años más tarde, en 1847, Liberia se declaró independiente, convirtiéndose en la primera república africana moderna.

Su bandera es casi idéntica a la estadounidense —con una sola estrella blanca en vez de cincuenta— y su capital, Monrovia, lleva el nombre del quinto presidente de EEUU, James Monroe. El sistema político, la estructura estatal y muchos aspectos culturales del país fueron calcados del modelo americano.

En palabras del historiador Ousmane Power-Greene, autor del libro 'Contra viento y marea', "Liberia representa una de las conexiones más directas y simbólicas entre Estados Unidos y el continente africano. Su historia no puede entenderse sin comprender la de América".

El desinterés de siempre, el bochorno de hoy

Lo preocupante del momento no fue solo el comentario en sí, sino lo que refleja: Trump ni sabía quién tenía delante, ni le importaba demasiado saberlo. Según fuentes de la Casa Blanca, el evento tenía como objetivo "explorar oportunidades comerciales entre Estados Unidos y varios países africanos", aprovechando el cierre de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la agencia de ayuda exterior estadounidense, que Trump ha desmantelado por considerar que genera "despilfarro".

Pero la intención diplomática quedó totalmente eclipsada por el desliz del presidente, que evidenció, una vez más, su falta de preparación, de sensibilidad y de interés por lo que ocurre más allá de sus fronteras.

Porque para Trump, todo lo que no es Estados Unidos le queda lejos. Y África, más todavía. Y aunque Liberia haya sido históricamente una extensión involuntaria del proyecto estadounidense, su historia, su idioma y su cultura siguen sin tener cabida en el radar del presidente.

Una metedura de pata más que añadir a una larga lista. Una anécdota que resume, en menos de 30 segundos, cómo Trump entiende el mundo: con improvisación, ignorancia… y sin un mínimo de contexto.