guerra de israel en gaza

Francesca Albanese, la voz incómoda que Trump quiere silenciar por denunciar el genocidio en Gaza

Los detalles Washington sanciona a la relatora de la ONU para los territorios palestinos por acusarla de "descarado antisemitismo" y de participar en una campaña de presión política y económica contra Israel.

Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los derechos humanos en territorios palestinos.

Desde hace años, y en distintos foros, idiomas y escenarios, Francesca Albanese levanta la voz. Relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados desde 1967, abogada con más de dos décadas de experiencia en derecho internacional, su discurso no se ha movido un milímetro: lo que ocurre en Gaza es un genocidio. Y es, además, el clímax de una larga campaña colonial que busca erradicar al pueblo palestino de su propia tierra.

"El genocidio en Gaza es la fase más extrema de un proceso destinado a eliminar a los palestinos nativos", ha afirmado una y otra vez. Y con la misma firmeza ha exigido a la comunidad internacional que reaccione: "Es una obligación legal".

Trump no tardó en identificarla y, fiel a su modus operandi, convirtió a Albanese en enemiga. Esta semana, el Departamento de Estado de EEUU anunció sanciones contra ella. La acusan de "antisemitismo descarado" y de participar en una campaña de presión política y económica contra Israel. También la señalan por colaborar con el Tribunal Penal Internacional en sus intentos de investigar, detener o juzgar a ciudadanos de Israel y Estados Unidos, incluso sin su consentimiento.

La medida del Departamento de Estado se suma a la adoptada en febrero contra el propio Tribunal Penal Internacional, tras ordenar la detención de Netanyahu y su exministro de Defensa.

Albanese, una voz crítica que no flaquea, ha insistido en que la responsabilidad no recae solo sobre quienes disparan. "Si esto fuera la escena de un crimen, Palestina tendría nuestras huellas dactilares: en lo que compramos, en dónde ponemos nuestros ahorros", ha denunciado. Señala sin rodeos a los actores económicos que, sostiene, se han beneficiado de la sangre, las mutilaciones y la devastación en Gaza.

Tampoco ha guardado silencio ante los delirios de reordenamiento geopolítico que han sobrevolado el conflicto. Como el infame plan de Trump para construir una "Riviera gazatí" tras los bombardeos. Su diagnóstico fue claro: "Esto es imperialismo en su versión más brutal".