La ciudad de Nueva York ha enterrado a casi 900 personas en su fosa común de Hart Island (El Bronx) durante la pandemia de COVID-19y en sus peores momentos, a principios de abril, vio multiplicarse el ritmo habitual de los sepelios por la saturación de las casas funerarias y las morgues locales, informaron este sábado medios locales.

Desde el 9 de marzo hasta este viernes, un total de 894 personas han sido enterradas en Hart Island, el mayor cementerio municipal de EE.UU., gestionado por el Departamento de Correcciones y que durante 150 años ha recibido los cuerpos que nadie reclama en la Gran Manzana o de quienes no pueden permitirse un entierro digno.

Este terreno de 530.000 metros cuadrados situado en una isla acogió unos 1.100 sepelios el año pasado, lo que supone una veintena a la semana, mientras que tan solo en la semana del pasado 6 de abril, durante el pico de COVID-19, se enterró a 138 personas, de acuerdo con el diario NY Post.

Esa misma semana la ciudad dejó de encargar los entierros a los reos de la prisión que gestiona Hart Island por cuestiones de contención del coronavirus y en su lugar contrató a una empresa, con un coste de unos 320.000 dólares hasta el 22 de mayo, de acuerdo a cifras citadas de la Alcaldía.

Imágenes de la fosa común con los ataúdes apilados, tomadas desde el aire, causaron consternación entre los neoyorquinos y el alcalde, Bill de Blasio, aseguró que la idea era que los entierros fueran temporales y los familiares que reclamaran los cuerpos pudieran en el futuro celebrar un sepelio privado.

391.923 positivos y 31.342 fallecidos en Nueva York

Nueva York se mantiene como el estado más golpeado en EE.UU. por el coronavirus con 391.923 casos confirmados y 31.342 fallecidos, pero ahora tiene la menor tasa de transmisión del virus en el país y sigue progresando en sus indicadores mientras las regiones del oeste y el sur empeoran, con récords de casos diarios.

En el pico de la pandemia, en abril, hospitales, morgues y funerarias de Nueva York se vieron en muchos casos obligados a usar camiones refrigerados para mantener los cuerpos a la espera de que las familias pudieran enterrar a sus seres queridos.

Se dio el caso de una funeraria de Brooklyn que amontonó decenas de cadáveres en camiones para mudanza que no contaban con sistema de refrigeración, lo que desembocó en la retirada de su licencia y la gestión de los cuerpos por parte de las autoridades locales.