Era poco antes la 1:30
de la madrugada cuando un asaltante entra en una discoteca de Estambul, disfrazado y armado con
un kalashnikov, comienza a disparar contra quienes celebran allí la nochevieja
y después, huye.
Los disparos matan a 39
personas, muchos extranjeros. Entre los fallecidos hay un policía a las puertas
del local. Uno de los guardias de seguridad consiguió escapar, pero asegura haber
escuchado disparos. "Oí fuego de ametralladora y huí, me escapé", señala Emrah
Altun, vigilante de seguridad de la discoteca.
Un joven vio lo que sucedió justo cuanto el atacante entraba en la discoteca: "Primero disparó a un policía, después a un hombre y a una mujer, atacó a la seguridad y entró". Momentos antes, entre 500 y 600 personas celebraban el nuevo año hasta que se desata el pánico. "Cuando entró el hombre, estábamos cerca de las ventanas. Mi marido y yo nos tiramos al suelo. Comenzaron los disparos", explica una testigo.
Algunos de los asistentes intentaban escapar de
la discoteca, muchos de ellos, según varios testigos, se lanzaban al mar desde
las ventanas. Las ambulancias comenzaron a llegar hasta el lugar de los hechos y los
servicios médicos se afanaban por atender a los cerca de 70 heridos que eran
conducidos hasta los hospitales.
Caos, impotencia y dolor también a las puertas de la morgue, donde llegan los primeros cuerpos. Son víctimas de un nuevo atentado que golpea a inocentes, esta vez, en plena fiesta de año nuevo.