Con detenciones y altercados aislados pero evitando el caos y la violencia de hace una semana en Charlottesville, concentraciones anti-intolerancia han cruzado EE.UU. Aunque no han faltado contramanifestaciones minoritarias de la ultraderecha apelando a la libertad de expresión. "Los que llaman a eso 'libre expresión' son supremacistas blancos intentando salir del armario", comenta uno de los participantes en las concentraciones.
Para alertar de los peligros de las "dialécticas del odio", decenas de miles de personas se han echado a la calle en Boston. Hasta el Presidente les ha alabado la iniciativa en una rara "modulación" de su discurso aunque también les ha llamado "agitadores".
Trump, que acaba de despedir a su asesor más reaccionario, trata de capear su peor crisis doméstica hasta la fecha. Un ilustre exgobernador se ofrece a ayudarle. "Como presidente tiene la responsabilidad moral de mandar un mensaje inequívoco. Es fácil, déjeme escribirle el principio: rechazo a los supremacistas blancos", dice Arnold Scharwzenegger, actor y exgobernador de California.
En el centro de las manifestaciones de este fin de semana, los monumentos confederados, vestigios de la Historia estadounidense más intolerante y opresiva.