Melania Trump presenta a su marido en su último acto en el Vaticano. Él camina y se dan un par de besos. El presidente de EEUU se acerca al micrófono y recibe su ovación. Lo primero que hace no es agradecer a Melania sus palabras, sino limpiarse el rastro del pintalabios de su mujer.

Así cerraban su estreno internacional, en el que Melania ha estado más en su sitio que su propio marido. Es cierto que hemos visto algún quiebro y algún manotazo poco apropiado pero al menos no ha sido a un jefe de gobierno de otro país, como hizo él.

En el Vaticano explotaron a tope su condición de católica, ya que desde Jackie Kennedy no había una primera dama estadounidense que lo fuera. Ni el Papa se molestó en disimular su desagrado hacia Trump y lo demostró posando a su lado con cara de pocos amigos. Sin embargo con Melania, bromeó sobre gastronomía eslovena.

Melania se ha movido con soltura, y eso que ella en su país apenas ejerce como primera dama. Todavía reside en Nueva York y no en la Casa Blanca. La polémica ha llegado tras su aparición con un chaquetón de Dolce & Gabanna valorado en más de 46.000 euros.

Otra, la imagen en la que aparecía con el marido del primer ministro luxemburgués. El pie de foto de la Casa Blanca olvidó la presencia del único hombre, y sólo la suya. Finalmente tuvieron que corregirlo ante el revuelo que se formó.

Los Trump ya están de vuelta en Estados Unidos y han puesto fin a su primera prueba de fuego.