La ciudad de Belén, en Cisjordania, ha decidido cancelar este año las celebraciones de Navidad en plena guerra en la Franja de Gaza, un sangriento conflicto que se salda ya con cerca de 19.000 muertos por los ataques israelíes contra el enclave palestino.

Así, este año las iglesias se limitarán a celebrar misas y oraciones en señal de unidad con Gaza, mientras que hoteles, restaurantes, tiendas de recuerdos y las fábricas artesanales de figuritas y cruces de madera de olivo, que sirven de sustento económico a la mayoría de habitantes de la ciudad, están completamente desiertos.

Si Jesús naciera en la actualidad, sería entre la destrucción y los escombros y, por eso, todas las iglesias palestinas han decididorenunciar a las celebraciones navideñas, en un año en que la región se encuentra sumida en uno de los conflictos bélicos más graves de las últimas décadas.

En Palestina, cuna del cristianismo, viven unos 47.000 cristianos. La ciudad de Belén acoge a gran parte de la comunidad cristiana palestina, junto con Jerusalén Este y Ramala, aunque también hay una pequeña comunidad en Gaza. Este año, sin embargo, las iglesias de Belén, que el cristianismo considera el lugar donde nació Jesús, han cancelado oficialmente todo tipo de celebraciones.

Sin turistas, árbol o adornos

Además de la Ciudad Vieja de Jerusalén, situada en la mitad este ocupada y controlada por Israel, la ciudad de Belén es la joya del turismo palestino, con unos dos millones de visitantes anuales, entre turistas y peregrinos. Medio millón recalaban allí en la temporada alta, de octubre a diciembre, y de ellos, más de 100.000 en la semana de Navidad. El año pasado, Belén recibió en la semana navideña a 120.000 turistas, cerca del récord de los 150.000 de 2019. Este año, en pleno luto por la guerra, el turismo es casi cero.

Desde que comenzó la guerra contra Hamás, Israel ha cortado los accesos a las principales ciudades de Cisjordania y Belén, que vive en gran medida del turismo y los peregrinos, enfrenta una situación dramática, pues al impacto de la pandemia se suma el cierre de fronteras que está reduciendo sus ingresos a cero. La ciudad está completamente cerrada a los visitantes, por lo que los cristianos de lugares como Jerusalén, Yaffa o Ramala, que acudían anualmente los días 24 y 25 de diciembre, no podrán hacerlo este año.

Así, la plaza del Pesebre, frente a la Basílica de la Natividad, está completamente vacía, pese a las fechas y la ciudad palestina ha decidido no colocar allí este año su enorme árbol, ni abrir el tradicional mercadillo navideño en la calle de la Estrella. Las calles se han vaciado de luces y de adornos en la ciudad palestina, de luto por la guerra en la Franja de Gaza, donde han muerto más de 18.000 palestinos.

Además, el tradicional desfile de bandas de música del 24 de diciembre, acompañando al Patriarca Latino de Jerusalén en su camino a pie hasta Belén para oficiar misa, no tendrá instrumentos y será un recorrido solemne de rezo.

Los jefes y patriarcas de las Iglesias de Tierra Santa -que aglutina a católicos, ortodoxos, armenios, luteranos, siriacos, etíopes, coptos o melkitas, entre otros- fueron los primeros en dar el paso al anunciar ya en noviembre que este año la Navidad sería "solemne, de oración y ayuno" y pidieron a sus respectivas congregaciones que se abstuvieran de "cualquier actividad innecesariamente festiva".

Una única iglesia en Belén ha decidido expresar su angustia a través de la iconografía y ha colocado de manera simbólica al niño Jesús en un pesebre entre escombros y destrucción. Una representación del sufrimiento de los niños de Gaza que se encuentran enterrados bajo los escombros de sus hogares.

El Gobierno de Belén, donde viven unos 30.000 cristianos, se ha sumado a este llamamiento y ha anulado cualquier actividad festiva navideña en la ciudad donde sus tiendas de artesanía y souvenirs religiosos, así como restaurantes, cafeterías y hoteles se mantienen cerrados ante la falta de turistas.