Francisco pasa 27 horas en El Cairo con una misión: tender puentes con los musulmanes. Un mensaje de paz que le ha transmitido primero a su anfitrión, Al Sissi, presidente del país árabe más populoso y en agitación permanente.

Pero que ha resonado especial, atronadoramente, en la Mezquita de Al-Azhar, recibido por el imán Jeque Al Tayeb.

"Musulmanes y cristianos, todos los creyentes, debemos trabajar juntos para contrarrestar la barbarie de quienes fomentan el odio y la violencia" ha declarado Francisco.

Violencia que sufren, sobremanera, los cristianos coptos, minoría en países como Egipto o Libia pero uno de los blancos preferidos de los terroristas de Daesh.

El papa ha rezado por los al menos 45 muertos que dejaron dos brutales atentados contra iglesias coptas declarando que"ninguna violencia en nombre de la religión".

Una visita histórica, entre medidas excepcionales de seguridad, pero en la que Francisco ha vuelto a renunciar al Papamóvil blindado ya que no está dispuesto, dice, a que la sinrazón y la brutalidad le impidan ser un Papa cercano.