La imagen es impactante. Primero porque se trata de un tiburón grabado a apenas centímetros; segundo, porque este escualo se acerca peligrosamente a un grupo de buceadores; y tercero, porque comienza a morder los barrotes de la jaula que protege a esta expedición, hasta el punto de estar cerca de desencajar los engranajes.

Ha ocurrido en una playa de México y no, no es una película de Steven Spielberg. Ha ocurrido de verdad y este equipo de buceadores ha salvado la vida permitiéndose el lujo de grabar a este depredador.

Una secuencia que se presenta trepidante y que ahonda en los límites con los que deciden jugar determinados deportistas.