Hay magos que no necesitan varita. Que no necesitan pronunciar sus trucos en voz alta. Hay quienes, como Fernando Alonso, tan solo necesitan un volante y esa inteligencia que tanto le caracteriza. Que le hacen ser tan especial. Que consiguen que todos, tanto los suyos como los de otros, se queden alucinando. En Canadá, otra vez, ha vuelto a hacerlo.

Lo ha hecho. Sí. Lo ha repetido. Sí. Ya deja de ser incluso algo que provoque sorpresa. Porque lo hace tantas veces. Porque lo ha hecho prácticamente en cada carrera del Mundial. En cada prueba que ha realizado con Aston Martin. Con un coche que sí, que funciona. Que es un monoplaza top. Que es una obra maestra de la ingeniería. Que permite que, por fin, veamos al mejor Alonso.

Siempre ha estado ahí, pero no se le podía ver. No por él, sino porque a veces por H y otras por A no había manera. No había forma de verle arriba. De verle peleando por poles. Por podios. Por victorias. De verle incluso acabar carreras. Pero todo eso ha cambiado.

Las nuevas generaciones ya conocen a Alonso

Él mismo lo ha dicho, en una frase para esa generación que se ha perdido sus exhibiciones con Renault. Las de McLaren. Las de Ferrari. Las que no daban importancia a los milagros que hacía con el motor Honda.Una frase que va para ellos. Y para ellos y para el resto van carreras como las de Canadá.

O como todas las demás, pero en esta algo ha cambiado. Ha cambiado el que ya no es un minuto el que le separa de Red Bull. Ya no es medio minuto tampoco. Es, o han sido, nueve segundos. Lo han sido con problemas de combustible. De freno trasero pensaron en Mercedes, que le han hecho gestionar más de lo que a él le habría gustado.

Que a saber qué habría sido sin él, pero con él, incluso, ha sido mágico. Porque a pesar de perder el puesto con Hamilton en la salida le quitó las pegatinas con el mismo neumático. Porque, con duros, calcaba los cronos de Max Verstappen. Porque, en cuanto tuvo que apretar, lo hizo y dejó en nada el intento de remontada de Lewis.

Y con problemas...

Sí, con eso, con problemas de frenos, a nueve segundos. A nueve. Lo que parecía imposible en 2022 ahora ya no lo es tanto. Lo que era increíble en Bahréin empieza a dejar de serlo. La 33, la tan deseada y ansiada 33, está más cerca que nunca.

Y en Red Bull lo saben. Saben que tienen a un rival que no esperaban en la pelea. En la pelea por las carreras y sí, también por el Mundial. Quizá sea temerario hablar del tricampeonato, pero no de ser, de nuevo, subcampeón del mundo.

Pérez está a tiro, y es que ya no es Red Bull quien puede con Alonso. Ya solo es Verstappen quien puede con Alonso. Un segundo puesto más. Un podio más. Y ya van seis en ocho carreras... y los que quedan.