Tremendo escándalo se ha destapado en las antípodas. Gillon McLachlan, director ejecutivo de la Liga de Fútbol Australiano (AFL), ha informado en rueda de prensa de "graves denuncias" por maltratos a jugadores aborígenes en el país.

"Tenemos que llevar a cabo una investigación adecuada para llegar al fondo del asunto", ha explicado McLachlan, señalando al club Hawthorn de la ciudad de Melbourne por incomunicar a los jugadores de sus familias y presionarles para que sus parejas abortasen.

Esto conllevó un estrés continuo, trauma y pensamientos suicidas debido al "dolor, la rabia y la pena" que produjo el entrenador Alastair Clarkson a sus jugadores.

"Clarkson se inclinó sobre mí y me exigió que me deshiciera de mi hijo no nacido y de mi pareja. Luego me manipuló y me convenció de que quitara la tarjeta SIM de mi teléfono, por lo que no hubo más contacto entre mi familia y yo. Me dijeron que a partir de esa noche viviría con uno de los otros entrenadores", afirma uno de los futbolistas a la televisión pública australiana 'ABC'.

Justin Reeves, director ejecutivo del equipo, ha condenado los hechos: "Estamos profundamente decepcionados de que algunos de nuestros exjugadores y sus familias se sientan así sobre sus experiencias en el club".

"Los informes sobre el racismo, el daño y la discriminación sufridos por los jugadores indígenas y sus familias en el Hawthorn FC son desgarradores. Mis pensamientos están hoy con los jugadores y sus familias que supuestamente fueron sometidos a un trato horrible", ha zanjado.