Es un cubículo, un zulo lleno de nada y de todo, de ideas, de momentos, de personas, tantas cosas que ver que hay para todo un año. Son 365 imágenes para 365 días.

El cubículo es siempre el mismo y la cámara apunta siempre desde el mismo lugar, aunque a veces no lo parezca. En una foto todo cuelga de la pared. Hasta la modelo. Son composiciones que repasan nuestra sociedad, nuestra historia y que salen de la mente del fotógrafo Eugenio Recuenco.

Esa visión ha acabado rompiendo el espacio físico del propio cubículo y transporta a la Gran Depresión del 29, a la Revolución Rusa o al Berlín separado por un muro desde el que se intentaba mirar a un occidente representado en la imagen de Marilyn.

No hay un orden. Cada una de las 365 fotos tiene una hoja del calendario, pero tan pronto te encuentras con el matrimonio Arnolfini o con uno de los cuadros más famosos de Hopper, como te quedas mirando al Caballero de la Mano en el Pecho, pero este no es el de El Greco. Es Eugenio, haciendo un cameo.

Unos ocho años para crear 365 fotos que hacen asomarnos al balcón de nuestra propia existencia y que acaban así: con la simple luz de unas bombillas.