Viajan de mano en mano a lo largo y ancho de los cinco continentes. Millones de cartas que han sido durante siglos el medio de comunicación más extendido del mundo. Desde las misivas escritas en papiro en el antiguo Egipto hasta el DinA4 del siglo XX.

"Las cartas tienen un poder especial, son la chispa de la vida. Cuando algo queda por escrito, queda para la posteridad. No ocurre lo mismo con los formatos electrónicos como email o WhatsApp". Lo cuenta el historiador Simon Sebaf Montefiore, que ha recopilado un centenar de cartas de artistas, reyes o políticos; cartas que cambiaron el rumbo de la historia.

A los ojos de Dios, un dudoso Miguel Ángel contaba lo duro que era trabajar colgado tantos años en su obra más famosa: la Capilla Sixtina. Tampoco se rindió George Orwell cuando le rechazaron el manuscrito de 'Rebelión en la Granja'. En la editorial le dijeron que no era conveniente publicarlo.

La historia también podría haber sido distinta con la carta nunca enviada de Eisenhower. Preparó dos versiones en caso de que el desembarco de Normandía fracasara. Cartas políticas, declaraciones de guerra y de amor. Que se lo digan a Julieta. Hasta su casa de Verona llegan cada año 50.000 cartas pidiéndole consejo.

Porque las cartas, además de inmortales, dicen, son también más seguras que la información digital: "Cualquiera puede hackear estos sistemas. En el Kremlin o en Downing Street, prefieren usar bolígrafos y escribir cartas de verdad", afirma Simon Sebaf Montefiore.

¿Se acuerdan cuando fue la última vez que escribieron una? Quizá no. Dos de cada tres españoles ya no envían cartas. El correo electrónico o el WhatsApp le han ganado terreno, pero tal vez la suya pueda cambiar, o simplemente ser parte de la historia.