eEn el documento, aprobado tras cinco días de reuniones de científicos en la 50 sesión del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, dependiente de Naciones Unidas), se destaca que "una mejor gestión del suelo puede contribuir a frenar el cambio climático, aunque no es la única solución".

El análisis lanza recomendaciones a los gobierno para que dicten políticas dirigidas a cambiar el uso forestal y agrícola del suelo para así contribuir a la lucha contra el cambio climático, teniendo en cuenta que, entre otras cosas, los bosques absorben cerca de un tercio de las emisiones de dióxido de carbono (CO2).

En este sentido, en el documento se recomienda la puesta en marcha de "políticas que reduzcan el despilfarro de comida e influyan en la elección de determinadas opciones alimentarias", en alusión a dietas menos carnívoras y que reduzcan la población obesa o con sobrepeso, próxima a los 2.000 millones de personas.

De acuerdo con el informe, se derrocha entre un 25% y un 30% de la comida que se produce en el planeta, por lo que combatir este problema puede rebajar las presiones por reducir bosques y aumentar el suelo agrícola, contribuyendo así a una reducción de las emisiones de CO2 (principal gas causante del efecto invernadero).

También se propone retomar prácticas agrícolas, ganaderas y silvícolas de las poblaciones indígenas tradicionales, ya que según el documento "su experiencia puede contribuir a los desafíos que presentan el cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y el combate de la desertización".

En el informe se fija, por primera vez, la relación directa entre el cambio climático y la degradación del suelo global (zonas más áridas, pérdida de biodiversidad, desertización) y se advierte de un aumento de las sequías en regiones como el Mediterráneo o África del Sur debido al calentamiento global.

En otras zonas, como los bosques boreales, los efectos del cambio climático podrían incluir mayor riesgo de incendios forestales o de las plagas, según el texto del IPCC.

La ministra Ribera respalda la dieta sostenible

En España, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha respaldado el llamamiento de los expertos en favor de una dieta más sostenible en el mundo, con nuevos hábitos frente a "modelos cada vez más hiperproteicos" y cultivos que no ayudan a mitigar las emisiones contaminantes en la atmósfera.

Los fertilizantes en la agricultura y las emisiones de metano y óxido de nitrógeno asociadas al ganado son una fuente significativa de emisiones de gases invernadero, según los científicos.

El problema con el suelo es que, debido a sus nuevos usos, está dejando de ser el gran sumidero de carbono que mitigaba las emisiones de efecto invernadero y el impacto del cambio climático, ha advertido la ministra. Con la deforestación y los nuevos usos del terreno para cultivos, actividades industriales o construcción de infraestructuras de áreas urbanas el suelo se está convirtiendo en generador de emisiones de efecto invernadero en lugar de absorberlas.

El 72% de la superficie no helada en la Tierra está destinada a actividades humanas, preferentemente a agricultura, ganadería y construcción de infraestructuras, de acuerdo a las cifras.

El suelo tiene un papel ecológico muy importante para el ecosistema y el bienestar ambiental y la calidad de vida en el planeta, por lo que "debe evitarse su degradación" y aquellos cambios en su uso que incidan "muy significativamente" en el ciclo del carbono, ha asegurado Ribera.

Según la ministra, todavía se está "a tiempo" de preservar un suelo que no contribuya al cambio climático, sino que lo siga mitigando y no ponga en riesgo la seguridad alimentaria de las personas, aunque ello requiere "cambios importantes" de comportamiento y pautas sociales.

"Son fundamentales -ha destacado- los hábitos alimenticios y la disminución de sus residuos", y asimismo tomarse en serio cómo destinar parte de ese suelo hasta ahora poblado por selva primigenia o bosques a otro tipo de actividades. La ministra ha instado a recuperar alimentos de la dieta mediterránea, con los carbohidratos, las hortalizas y las frutas como parte fundamental de la pirámide nutricional mientras "las proteínas de origen animal se mantienen en el porcentaje clásico".

Ribera ha lamentado "la paradoja" alimentaria de la actual población mundial: mientras un gran porcentaje afronta problemas de malnutrición "severos", otra gran parte padece cada más obesidad por modelos alimentarios muchas veces "sobredimensionados" que perjudican la salud personal y la del planeta.

La ministra ha emplazado a "la recuperación de prácticas tradicionales en explotaciones agrarias menos intensivas, con menos presencia química, y a la recuperación del consumo asociado a cultivos de proximidad y de temporada". Unas mejores pautas benefician al medio ambiente y al mundo agrario y a los ganaderos en términos de sostenibilidad y calidad de vida, ha dicho la ministra.

La dieta perfecta para salvar el planeta

No es la primera vez que escuchamos esta recomendación, los expertos llevan tiempo advirtiendo de las consecuencias que tiene la producción de lo que comemos, ya que genera emisiones de efecto invernadero. Además, una dieta que reduzca los productos de origen animal y la grasa, especialmente la saturada, la sal y el azúcar, y fomente el consumo de productos vegetales, las legumbres y los cereales está relacionada con la reducción de muertes por enfermedades provocadas por la mala alimentación. "Adoptar estas transformaciones en la dieta significa reducir probablemente un 30% todas las causas de mortalidad, especialmente aquellas crónicas cardiovasculares y cáncer", asegura Jesús Román, presidente de la Fundación Alimentación Saludable.