NO ES UN JUGUETE, PERO CASI

¿Por qué este coche moderno parece diseñado en los 70?

El Microlino es un microcoche eléctrico moderno, recién salido del horno suizo, pero su inspiración es más que evidente: el legendario Isetta de los años 50.

Microlino

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Si alguien nos dijera que este coche se diseñó en los años 70, nos lo creeríamos. Lo curioso es que no es ni de lejos tan antiguo. El Microlino es un microcoche eléctrico moderno, recién salido del horno suizo, pero su inspiración es más que evidente: el legendario Isetta de los años 50. Puerta frontal, forma de burbuja y dimensiones tan compactas que parece que lo sacaron de una cápsula del tiempo… o de una tienda de juguetes. Solo que aquí la gracia viene con batería y enchufe.

Pero ojo, que no se trata solo de estética. El Microlino ha sido concebido como una respuesta funcional a los problemas urbanos actuales: aparcamiento, tráfico, emisiones… y, por qué no decirlo, una buena dosis de nostalgia bien medida. Porque este coche no te lo compras solo por necesidad: te lo compras porque te hace gracia. Porque remite a un pasado en el que la movilidad era algo más simple y, sí, algo más divertida.

Aunque, para ser justos, hay que reconocer que su diseño retro también conlleva alguna que otra incomodidad. La puerta frontal, por ejemplo, no siempre es práctica, y su tamaño… bueno, te hace sentir como si llevaras puesto el coche, en lugar de conducirlo. Pero quizá ahí radique parte de su encanto.

Más estilo que sentido

Lo que el Microlino gana en simpatía, lo pierde un poco en sentido práctico. Sus proporciones lo hacen perfecto para ciudades congestionadas, pero hay que aceptar sus limitaciones con humor. No tiene maletero digno de ese nombre, no puedes esperar grandes prestaciones (12,5 kW, velocidad máxima de 90 km/h) y, si quieres cargarlo, mejor tener paciencia: no hay carga rápida, solo enchufe normal y corriente.

Sin embargo, en eso también hay una especie de coherencia. Este coche no pretende competir con un eléctrico al uso. Es una solución distinta. Una especie de capricho consciente, y en tiempos en los que todo coche quiere parecer un SUV musculado con pantallas de 40 pulgadas, el Microlino va a contracorriente. Es como si dijera: “sí, soy pequeño, sí, soy eléctrico… pero al menos no finjo ser otra cosa”.

Claro que no todo el mundo ve eso como una virtud. Algunos lo consideran poco más que un ejercicio de diseño simpático sin demasiada utilidad, y puede que tengan razón. Pero también es cierto que, en un mundo de coches cada vez más idénticos entre sí, un vehículo que al menos saca una sonrisa ya tiene algo ganado.

¿Retro o simplemente viejo?

Aquí es donde se abre el debate: ¿es el Microlino un homenaje inteligente al pasado o simplemente una idea trasnochada con baterías? Porque una cosa es evocar otra época con estilo y otra muy distinta es arrastrar sus inconvenientes al presente. El Microlino no tiene dirección asistida, ni apenas aislamiento, ni lujos de ningún tipo. Lo justo para decir que es un coche y no un patinete con techo.

Sin embargo, hay algo magnético en su propuesta. En Suiza arrasa dentro de su categoría (L7e), y hay quien lo prefiere por encima de utilitarios mucho más serios. Su versión descapotable, el Spiaggina, directamente parece sacado de una película veraniega en Super 8. Es decir: funciona, aunque no se entienda del todo cómo.

Quizá esa sea su mayor virtud: no intenta gustarle a todo el mundo. Solo a los que buscan algo distinto, a los que se atreven a ir por la ciudad con cara de “sí, lo sé, parece un huevo sobre ruedas, pero me encanta”. Porque en este caso, la forma sí tiene fondo, y aunque parezca sacado de otra década, su mensaje es muy actual: menos coche, más personalidad.

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