Recta final de las Navidades: ya "solo" nos queda el roscón de Reyes. Un dulce que marca el final de las fiestas y el inicio de la conocida como cuesta de enero. Tanto económica, como a lo que recuperar hábitos alimentarios se refiere. De hecho, llega en un momento donde el empacho empieza a ser patente y más de uno (y de dos) va a dejar pasar mucho tiempo hasta que le vuelva a apetecer una gamba o un langostino.

Aunque hoy en día existen múltiples recetas y formas de prepararlo, donde hasta el mismísimo Dabiz Muñoz se ha atrevido con la suya, los ingredientes básicos incluyen harina, levadura, leche, azúcar, mantequilla y sal, a la que se añade ralladura de limón o naranja y agua de azahar para aromatizarla.

Lo mismo pasa con los rellenos. Aunque podemos encontrar mil y una variantes, los "reyes" por excelencia del día 6 de enero, a excepción del bollo tal cuál está, son el de nata, crema o trufa. Decorado con fruta escarchada y azúcar glas, con láminas de almendra o no, pero los rellenos más vendidos son los que son. Parece que no estamos tan abiertos a las innovaciones cuando de tradiciones se trata.

Por encima de todos destaca el relleno de nata. De hecho, se calcula que en toda España se llegan a vender casi 30 millones según los propios pasteleros. Rara es la casa que no ponga en su mesa el día de Reyes un roscón. Pero, como todo lo que se vende mucho y encima es caro (porque la grasa de la leche, tanto para hacer mantequilla como nata montada no es precisamente un ingrediente barato) es fácilmente objetivo de fraude, o, al menos, de adulteración. Ya sea de forma ilegal como amparada por la ley alimentaria.

No hay que explicar mucho la diferencia de calidad y sabor de un roscón de supermercado de menos de 10€ el kilo a uno de obrador, pero como siempre repito, hay que estar informado de qué se está comprando porque nadie da "duros a pesetas". De hecho, para abaratar el precio es muy frecuente que se utilicen ingredientes más económicos para elaborar algo que quiere parecerse a la nata, pero que no ha conocido vaca ni en la televisión.

Así lo advirtió el Ministerio de Consumo en sus redes sociales poco antes de que empezaran las Navidades, donde nos recuerda cómo diferenciar la nata de toda la vida con el "mix" de grasas vegetales que añaden algunos fabricantes para emularla.

Este trampantojo de nata suele estar constituida por una mezcla de grasas de origen vegetal como la palma, el coco o grasas hidrogenadas, mucho más baratas, y con un perfil cardiosaludable mucho peor que la grasa de la leche. Que sí, que la grasa de la leche es fundamentalmente grasa saturada, pero como ya hablamos en otro post, no todas las grasas saturadas son iguales ni se comportan de la misma manera cuidando la salud de nuestro corazón.

Por ello, para poder diferenciar qué nos están vendiendo nos recuerda el Ministerio que, en la etiqueta, en la lista de ingredientes, tiene que aparecer "nata" como ingrediente. Tal cual. Nata. Incluso debería incluir el porcentaje de nata que lleva. Y nada más. Ninguna otra grasa salvo la mantequilla del bollo. Ojo porque puede que lleve nata, pero que venga acompañada de estas grasas para que no todo sea nata al 100%. Así también se ahorra dinero.

Para rizar el rizo también sería bueno que viéramos si esa nata viene de leche de vaca o de otro tipo de leche. Pero lo que no debería de aparecer nunca es aceite de palma, coco o grasas vegetales y decir que es un roscón relleno de nata.

Lo mismo pasaría con la mantequilla del bollo. Debería ser mantequilla y no otro tipo de grasas para seguir la receta tradicional. Además de por su sabor, por su perfil cardiosaludable. Por eso, ya que estamos revisando la etiqueta, fijémonos en qué grasa lleva el bollo.