Ya queda poco para el verano y, a parte de más horas de luz y la subida de las temperaturas, las frutas también nos anuncian su llegada. Es una época que es capaz de hacer que se enamoren de las frutas hasta las personas que durante el año son resistentes a consumir las 3 raciones mínimas que se recomiendan.

El melón es una de esas frutas que aparece en los mercados, y su sabor y su contenido en agua hace que sea un aliado perfecto para sobrellevar las temperaturas estivales. Tan famoso es, que también ha sido objetivo de la conocida como sabiduría popular a través de refranes que no siempre son del todo ciertos. ¿Quién no ha escuchado aquello de "el melón por la mañana es oro, por la tarde plata y por la noche mata"?

Un refrán que tiene poco (o nada) de cierto, ya que comerlo por la noche no tiene ningún efecto secundario, como tampoco pasa nada por consumirlo después de una comida, ni mezclado con otras frutas y alimentos, o que engorde. Que no nos engañe su sabor dulce, especialmente cuando está maduro. Sus azúcares son intrínsecos (mal llamados "naturalmente presentes") y la Organización Mundial de la Salud ya advirtió que no hace falta restringirlos en nuestra alimentación. Además, hablando de calorías, es un alimento más bien bajo.

Es verdad que alguna vez algún profesional de la salud ha recomendado evitar esta fruta por su alto contenido en hidratos de carbono, pero, en contra de esta creencia, la verdad que no es tan rico ni alto en carbohidratos. De hecho, es muy similar al resto de frutas, por lo que si no hay restricción en el consumo de frutas en personas que tienen que controlar los hidratos, como puedan ser los diabéticos, el melón tampoco debe restringirse.

También suele compararse con su prima la sandía. Prima, porque aparece en la misma época y ambos son muy ricos en agua. Pero ninguna es "más sana" que la otra. Son dos frutas totalmente compatibles y, de hecho, variar entre una y otro solo va a conseguir que tengamos una dieta más variada y completa en lo que a nutrientes se refiere. Por poner alguna diferencia, la sandía tiene menos fibra que el melón, por lo que su efecto saciante es un poco menor. Pero nada significativo que nos haga decantarnos por una antes que otro.

Otro de los beneficios que se suele asociar al melón es decir que es muy diurético. Totalmente cierto. Pero con matices. No llega a ser como un fármaco, pero si tiene un cierto poder de estimular la diuresis. Eso sí, no confundir con propiedades "quemagrasas" o de adelgazamiento, ya que de él se ha llegado a decir que tiene calorías negativas. Algo que ni existe en la ciencia nutricional (las calorías negativas), ni está demostrado que, por comer más melón, de forma aislada, consiga que perdamos reservas de tejido graso corporal.

El potasio es uno de los minerales que más podría destacarse en esta fruta, y, además de ayudar en su efecto diurético, también está asociado al correcto funcionamiento del sistema nervioso de nuestro cuerpo. Y va más allá. También se asocia al mejor control de la tensión arterial. No solo el plátano es rico en potasio, también el melón.

Como fruta que es, el melón es un crisol de beneficios e incluirlo en nuestro día a día, una rajita (por dejar hueco a otras frutas, no porque comer más sea malo) es un gesto muy saludable en esta época. Algo que no deberemos extrapolar al zumo de melón, del cual también se ha dicho que es muy sano, pero cuando lo "licuamos", perdemos muchas veces su fibra, y el efecto prebiótico que puede tener, además de ser mucho menos saciante. En un vaso de zumo caben muchas "rajitas" de melón, pero llena nuestro estómago mucho menos. Por eso el melón, como cualquier fruta, mejor comerlo que beberlo. Aunque beberlo tampoco sea un sinónimo de que acabemos enfermando.