Durante dieciséis siglos, los cristianos de todo tiempo y condición creyeron que en el Eclesiastés 1.15, el buen rey Salomón proclamaba que el número de los necios es infinito. Lo creyeron porque lo había escrito San Jerónimo, barbado Padre de la Iglesia, en su traducción de la Biblia directamente del hebreo, idioma del que no tenía ni idea, lo cual no bastó para detenerle.

San Jerónimo era un tío grande, caracterizado por tener una insaciable concupiscencia, pecado por el que hacía penitencia en el desierto muy a menudo, lejos del mundanal ruido. En uno de estos retiros le vino la idea de marcharse a Roma, que como todos sabéis, en el siglo IV, era un lugar de gran oración, recogimiento y poca desnudez y disipación. Para concentrarse aún más, se retiró al Aventino junto con un grupo de mujeres a las que dirigía espiritualmente. También asesoraba en temas de concupiscencia a grandes matronas romanas mientras iba profundizando en la lengua latina. Cuando hubo profundizado lo suficiente, y con el apoyo económico de las matronas, decidió retirarse 35 años a una gruta en Belén para traducir la palabra de Dios. San Jerónimo se dedicó a traducir las 500 páginas de los textos sagrados con mucha calma a lo largo de los siguientes 11 años. Así a ojo le salían cien palabras al día, algo menos que este párrafo. Por favor, que esto no les lleve a dudar de la entrega incondicional al trabajo de San Jerónimo. Al fin y al cabo es el patrón de los traductores.

Y esto nos lleva a la frase peor citada de la historia. Entre concupiscencia y concupiscencia, San Jerónimo no prestó mucha atención al llegar al decimoquinto versículo del Eclesiastés. Allá donde tan sapiencial libro decía "Lo torcido no puede enderezarse y lo que falta no se puede contar", Jerónimo escribió: "Perversi difficile corriguntur et stultorum infinitus est numerus", esto es: "Los malvados difícilmente se corrigen e infinito es el número de los necios". Recordemos que Jerónimo no tenía ni idea de hebreo antes de juzgarle con excesiva dureza.

El malentendido jeronimiano mejora con mucho la frase original. Durante casi 1600 años el Libro Sagrado reveló a los fieles una verdad universal, y es que hay más tontos que personas. Por desgracia tuvo que llegar Pablo VI a quitarle la razón a Jerónimo con una nueva traducción de la Vulgata donde se corregía algunos cientos de errorcillos.

Los expertos suponen que la maravillosa morcilla procede en realidad de Cicerón, al cual era muy aficionado San Jerónimo. En una de sus cartas familiares, Cicerón escribió "Stultorum sunt plena omnia": "Todo está lleno de necios", lo que parece haber inspirado a Jerónimo, a millones de cristianos durante milenio y medio y, finalmente ha acabado probando cierto Twitter.