¿Te lanzarías en un paracaídas casero? El riesgo de lo casero es desconocido y, por tanto, inasumible.

Productos de limpieza caseros, mezclas peligrosas, cosméticos do-it-yourself, mascarillas caseras y antivacunas. El cóctel que forman la ignorancia y la imprudencia siempre ha sido un peligro. Ahora más. La pandemia de Covid-19 está subrayando que la incultura científica y la desinformación ponen en riesgo la salud pública.

Diferencia entre riesgo y peligro: el tigre enjaulado

Las palabras riesgo y peligro se usan habitualmente en el contexto científico, pero en el ámbito coloquial se suelen emplear como sinónimos. No lo son. La diferencia entre peligro y riesgo puede explicarse a través de la analogía del tigre enjaulado. Un tigre es un peligro. Si el tigre está suelto, el riesgo al que nos exponemos es alto. Si el tigre está enjaulado, el riesgo será bajo. Si la jaula está perfectamente construida, los materiales y el diseño se han sometido a ensayos y se ha verificado que resistiría perfectamente a los embistes de un tigre, entonces podríamos decir que el riesgo es prácticamente cero. En cambio, si la jaula es casera, se ha construido con unos materiales, un diseño y un método aventurados, el riesgo es incierto. En una situación de peligro, como tener un tigre suelto, la incertidumbre sobre el riesgo es inasumible. Es más, si disponemos de jaulas que han sido debidamente homologadas, optar por las caseras es irresponsable. Ahora mismo nuestro tigre suelto es el coronavirus.

Así, podríamos definir el riesgo como la probabilidad de que ocurra un suceso peligroso por la gravedad del daño que podría causar.

No tenemos vacunas ni tratamientos contra la Covid-19, ni siquiera sabemos con certeza si los que han pasado la enfermedad se vuelven inmunes a ella. Así que las medidas que se están tomando son preventivas frente al peligro: fundamentalmente distanciamiento e higiene. Estamos huyendo del tigre, pero el tigre todavía anda suelto.

Tras varios meses en estado de alarma, con la libertad acotada, los movimientos e ideas anticiencia han tomado fuerza. Algunos enseñan la patita con cierta timidez, como los que animan a combatir la pandemia con artilugios caseros y ponen en cuestión la diligencia de las autoridades sanitarias, incluida la de la OMS. Otros, apoyándose en los primeros, han aprovechado lo delicado de este momento para señalar las debilidades de la ciencia. Es el momento menos pertinente de todos, pero han escogido este. Los constantes ataques a la ciencia, a los científicos y a las autoridades que representan el consenso científico, han dado alas a las ideas anticientíficas más peligrosas.

Los remedios caseros, un coladero de anticiencia: desinfectantes, cosméticos y mascarillas caseras

Las llamadas a los centros de toxicología han aumentado durante la pandemia de Covid-19. Un estudio del CDC recientemente publicado encontró que una de cada tres personas utilizan limpiadores y desinfectantes caseros de forma insegura.

La encuesta del CDC se realizó con 502 adultos estadounidenses en mayo de 2020 para caracterizar el conocimiento y las prácticas con respecto a la limpieza y desinfección del hogar durante la pandemia de COVID-19. El 39% de los encuestados informaron que realizaron prácticas de alto riesgo, contrarias a las recomendaciones, con la intención de prevenir la transmisión del SARS-CoV-2. Prácticas anticientíficas y peligrosas como lavar productos alimenticios con lejía (cloro), preparar artesanalmente desinfectantes de manos o limpiadores, aplicar productos de limpieza para el hogar sobre la piel o ingerirlos intencionalmente.

La mezcla de disoluciones de lejía con vinagre o amoníaco, así como el uso de agua caliente, generan gases de cloro y cloraminas que pueden provocar daños graves por inhalación en el tejido pulmonar. Además, la exposición de los niños a los desinfectantes para manos, particularmente a través de la ingestión, causa irritación de las mucosas, daños gastrointestinales y, en casos graves, toxicidad por alcohol. El riesgo de ingestión y la consecuente toxicidad de los productos de limpieza y desinfectantes para manos almacenados incorrectamente también se extiende a las mascotas. Inhalar o ingerir intencionalmente limpiadores o desinfectantes puede producir daño tisular severo y lesiones corrosivas.

A pesar de las lagunas de conocimiento y las prácticas de alto riesgo identificadas en este estudio, la mayoría de los encuestados creían que sí sabían cómo limpiar y desinfectar de manera segura. Por esto el CDC concluye en su estudio que los mensajes de prevención ante la COVID-19 deben resaltar las brechas de conocimiento y continuar enfatizando las prácticas seguras basadas en la evidencia, como la higiene frecuente de manos, la distancia de seguridad y la correcta limpieza y desinfección de superficies. Estos mensajes deben incluir recomendaciones específicas para el uso seguro de limpiadores y desinfectantes, incluida la importancia de leer y seguir las instrucciones de la etiqueta, usar agua fría para las disoluciones, evitar la mezcla de productos, usar protección para la piel y considerar la protección ocular ante posibles riesgos de salpicadura, garantizar una ventilación adecuada y almacenar los desinfectantes para manos fuera del alcance de los niños y las mascotas.

Algunas personas también se han aventurado a fabricar en casa sus propios cosméticos, incluido el gel hidroalcohólico. Hay recetas caseras que circulan por internet que, además de peligrosas son ineficaces contra el coronavirus. También se ha difundido la guía para la elaboración de gel hidroalcohólico de la Organización Mundial de la Salud como si se tratase de una receta casera.

La guía para la elaboración de gel desinfectante de la OMS está dirigida a profesionales, o bien químicos formuladores o bien farmacéuticos. No es una receta casera. Se necesitan unas condiciones de asepsia que no se pueden garantizar en la cocina de casa, por eso se fabrican en laboratorio. Hace falta material de medida de precisión como pipetas o probetas, alcoholímetros para hacer el control de calidad, reactivos químicos de pureza conocida como etanol, isopropanol, glicerol o peróxido de hidrógeno que no se pueden adquirir fácilmente. Manipular estas sustancias sin las medidas de protección adecuadas, ni los conocimientos científicos requeridos, es peligroso. El peróxido de hidrógeno de elevada concentración puede causar quemaduras químicas. El isopropanol y el etanol son irritantes, inflamables y deshidratantes. Pueden causar lesiones en la piel, los ojos y las mucosas.

Todo lo casero tiene el problema de que el riesgo asociado es desconocido. No sabemos cómo se ha construido la jaula para el tigre, así que el riego puede ser enorme. También puede que la jaula sea un peligro en sí misma, añadido al peligro del tigre que anda suelto.

Esta analogía sirve para todo lo casero, para todo lo que no ha superado un proceso de homologación o algún ensayo que garantice sus propiedades. Desde un producto de limpieza casero, un cosmético casero o una mascarilla casera.

La explosión de los antivacunas

Hace un par de semanas se publicó un estudio en la revista Nature que evaluó la progresión de ideas anticientíficas en las redes sociales. Concretamente sobre el movimiento antivacunas, uno de los más problemáticos y de mayor impacto durante la pandemia. En el estudio se apunta que los principales detonantes de la desconfianza en la ciencia están en los remedios caseros y en el rechazo a los consejos de los expertos.

En el estudio se traza un mapa global de la disputa en torno a las vacunas que involucra a tres mil millones de usuarios de Facebook. Se han detectado casi 100 millones de personas divididas en grupos antivacunas altamente dinámicos y mundialmente interconectados. Los grupos antivacunación tienen menos miembros que los provacunación, pero hay más del doble de grupos, así que hay muchos núcleos pequeños y muy dispersos que generan una red más fuerte. Como consecuencia, los antivacunas logran enredarse en los grupos de indecisos, grupos sin posicionamiento claro, como algunas asociaciones de padres.

Imagen: Nature

Los grupos de indecisos son los tienen el mayor crecimiento, seguidos por los grupos antivacunación. Y contra todo pronóstico, los indecisos no son agentes pasivos, sino que son los que generan mayor actividad. La red de antivacunas es especialmente enérgica y persuasiva en los grupos de indecisos. Esa es su diana.

En cambio, los grupos provacunación, aunque tienen más miembros, son más cerrados, periféricos y estáticos. Apenas penetran en los grupos de indecisos. Por eso los grupos provacunación pueden ignorar el conflicto principal y tener la impresión equivocada de que están ganando.

Los conglomerados contra la vacunación ofrecen una amplia gama de narrativas potencialmente atractivas que combinan temas como preocupaciones por la salud, por la seguridad, teorías de conspiración, medicinas alternativas, y ahora también se han unido las especulaciones sobre el origen y los remedios frente a la Covid-19. Por el contrario, las opiniones a favor de la vacunación son mucho más monotemáticas.

El estudio reproduce el reciente crecimiento explosivo en los puntos de vista contra la vacunación y predice, a partir de un marco teórico, que estos puntos de vista serán los dominantes en una década.

Los riesgos de la anticiencia

Si la oposición a la vacunación continúa fortaleciéndose, el rechazo a una vacuna futura contra el SARS-CoV-2 podría amplificar los brotes de Covid-19, tal y como sucedió con el sarampión en 2019, y conducirnos a un desastre total.

Cuando las fuentes de información oficiales se perciben como poco confiables, el clima está preparado para la propagación viral de la especulación infundada. La pandemia de Covid-19 ha desencadenado una mezcla indistinguible de información útil y desinformación. Entre el 1 de enero y mediados de marzo de 2020, el monitoreo en redes sociales realizado por The Vaccine Confidence Project ha capturado más de 240 millones de publicaciones digitales y en redes sociales a nivel mundial que se refieren al nuevo virus, con un promedio de 3,08 millones de mensajes por día. Se ha compartido de todo, desde medidas de cuarentena sin respaldo de las autoridades sanitarias, especulaciones sobre métodos de desinfección y un sinfín de supuestos remedios caseros. Estos iban desde la desinformación relativamente inofensiva, como comer ajo o fabricar mascarillas con filtros de aspiradora, hasta lo completamente peligroso, como beber lejía.

Aunque cierta información es claramente falsa e incluso perjudicial, la validez de otras publicaciones es menos clara. Algunos simplemente están suscitando dudas, confusión y socavando la confianza en las autoridades sanitarias, pero son difíciles de detectar y refutar. Quizá sin pretenderlo, se están dedicando a fortalecer los cimientos de la anticiencia. Tienen apariencia de ciencia, pero son su caballo de Troya.