En condiciones normales podría suscribir la necesidad de que Pedro Sánchez dimitiera y hubiera que convocar elecciones por la gravedad del caso de corrupción que afecta al PSOE. No es algo baladí que su número 2 está en la cárcel y el anterior esté inmerso en un grave caso de corrupción económica y moral que afecta a lo más troncal del pensamiento socialista. En condiciones normales Javier Cercas tendría razón y yo lo apoyaría. Pero no estamos en condiciones normales y pedirlo es una muestra soberbia de privilegio de escritor blanco, rico y sin contacto con las minorías en riesgo.

No podemos ejercer doctrina sin considerar nuestra posición de partida. Nuestros determinantes tienen una poderosa fuerza a la hora de opinar sobre el camino a seguir de un gobierno y la posible llegada de un ejecutivo con los ultras con todo el poder y las ganas por disciplinar a mujeres, inmigrantes, al colectivo LGTBI, activistas de izquierdas y todo aquel colectivo vulnerable al margen de lo que ellos consideran la familia correcta y los roles que la tradición les asigna.

La agenda rabiosa con la que la extrema derecha llegará al gobierno es posible que no vaya a tocar en nada los privilegios de Javier Cercas más allá de un sentimiento burgués de culpa por el sufrimiento ajeno. Los derechos reproductivos de la mujer, de las familias no aceptadas por el credo religioso y de las minorías serán caza mayor, solo hay que mirar a Hungría e Italia para saber que será lo primero que derruirán.

No voy a entrar a valorar los argumentos que mezclan el caso de corrupción escandaloso de los Cerdán y Ábalos con las campañas de lawfare que sustentan las investigaciones prospectivas del juez Peinado contra Begoña Gómez y Félix Bolaños porque es de una indigencia mental que en un tipo listo como Javier Cercas solo tiene la intención de ganarse el aplauso de la derecha mediática para ir tomando posiciones de cara al nuevo ciclo electoral.

Nos viene una década ominosa en la que la agenda ultra provocará un retroceso en los seis primeros meses de todos los avances logrados en los últimos 20 años. En las condiciones actuales de debilidad ceder el poder de manera voluntaria adelantando las elecciones es una irresponsabilidad de tal calibre que solo puede ser defendida por los beneficiarios económicos de ese cambio, pero desde luego tiene poco de izquierdas.

No se puede ser de izquierdas entregando de manera voluntaria los resortes del poder a quien los usará contra todos los colectivos vulnerables y que destruirán todas las medidas de justicia social por las que se vienen luchando en los últimos cuarenta años de democracia. No hay un solo derecho a salvo en una situación de shock emocional y político con todas las defensas de la izquierda derribadas. Ni uno solo, hasta aquel que crean más blindado.

Javier Cercas tendría razón hace diez años en pedir que el presidente dimitiera en una situación como la actual, pero en las actuales circunstancias no es más que la opinión de un escritor privilegiado pontificando desde su torre de cristal rodeada de libros y protegido de los terribles días que vendrán. La doctrina marxista exige el análisis concreto de la situación concreta y en la actualidad estos derrotistas que trabajan para el advenimiento ultra son solo cómplices de la reacción.