No ha hecho falta napalm, se han quemado a lo bonzo. Podemos ha certificado su desaparición definitiva dando prioridad a los intereses empresariales de una pyme antes que a los intereses colectivos de sus votantes. Es el final de Podemos como instrumento con capacidad de transformación y la definitiva mutación en un partido sectario servil a una empresa familiar . No es lo mejor para Podemos, pero sí es lo mejor para la sociedad limitada montada tras la salida del exvicepresidente. No se puede analizar lo que ha ocurrido en Podemos con Sumar sin mirar la necesidad de un empresario para crear las condiciones favorables a su negocio. Nos equivocaremos si analizamos el transfuguismo de Podemos mirando solo a la necesidad política.

Carolina Alonso, exdiputada de Podemos en la Asamblea de Madrid y número 2 al Ayuntamiento en las anteriores elecciones municipales, dijo ayer que se enteró por Canal Red de que su partido se pasaba al grupo mixto. No descartaría que Ione Belarra se hubiera enterado también de la misma manera. La excusa para pasarse al grupo mixto ha sido que no han dejado a hablar de Palestina a Ione Belarra en el Congreso, que como mérito por encima de Santos Maraver, un diplomático con años de experiencia en relaciones internacionales, tenía el haber llevado un pañuelo bordado por mujeres palestinas y colocar en su fondo armario la kufiya. Belarra se ha creído de verdad un referente sobre la causa palestina y cree que su discurso es imprescindible, piensa que sin su voz la izquierda perdemos el oremus, que no tenemos faro, ni Edward Said, ni Illán Pappé, se cree de verdad que la necesitamos. Lo cierto es que Ione Belarra solo pasará a la historia como enterradora de Podemos y es para lo único que sí es imprescindible.

Podemos se ha convertido en tránsfuga. Es normal que nieguen que han hecho lo mismo que Sayas y Adanero, porque hay pocos personajes más nocivos y despreciables, pero es lo que son. El pacto antitransfuguismo del año 2020 deja poco espacio a la interpretación: "A los efectos del presente Acuerdo, se entiende por tránsfugas a los y las representantes locales, autonómicos y estatales que, traicionando al sujeto político (partidos políticos, coaliciones o agrupaciones de electores) que los y las presentó a las correspondientes elecciones, hayan abandonado el mismo, hayan sido expulsados o se aparten del criterio fijado por sus órganos competentes". Una adenda lo deja más claro aún: "Cuando surgiesen dudas sobre qué personas han incurrido en transfuguismo, será el sujeto político que los ha presentado". Sumar ya ha dicho que los cinco de Podemos son tránsfugas . Es a quien corresponde decirlo, al sujeto político con el que se presentaron en las elecciones. Mal que les pese a los cinco, en las papeletas el logo era el de la coalición Sumar.

Irene Montero no tenía ninguna duda en calificar una actitud de este tipo cuando Meri Pita abandonó el año pasado la disciplina de Unidas Podemos pasándose al grupo mixto: "Lo coherente, cuando una persona es elegida en una lista electoral y con un programa electoral y abandona el grupo parlamentario, es que deje el acta. El transfuguismo es un fraude a los ciudadanos y a las ciudadanas". No vamos a pedir coherencia a estas alturas a Podemos. Pero que quede reflejado. Podemos sacó cinco diputados porque se presentaron en coalición con Sumar. Su peso efectivo se midió en las elecciones del 28M y desaparecieron de todas las plazas con más peso electoral. Si se hubieran presentado por separado es difícil que hubieran sacado representación, pero se valieron de las siglas de Sumar para parar el golpe y lograr cinco diputados que patrimonializar ahora traicionando a sus votantes. Los electores de Sumar en Murcia o Canarias se han quedado sin diputados. Los tránsfugas de Podemos les han robado el voto. Que den explicaciones en su tierra si tienen valor para hacerlo.

La decisión de pasarse al grupo mixto se ha tomado en una mesa en Galapagar. Como todas las decisiones importantes que no pueden permitirse someter a la militancia cuando tienen miedo de que salga un resultado desfavorable. 49.089 personas votaron que querían ir en coalición con Sumar en una consulta a la militancia que han hurtado a los mismos para pasarse al grupo mixto, el mismo partido que preguntó sobre la compra del chalé en Galapagar ha considerado que la decisión más importante de la historia reciente del partido se debe tomar en una redacción. El adanismo que Podemos ha mostrado en sus años de historia será el que lo sepulte. Un partido de 10 años de edad se cree imprescindible para la izquierda. En serio, es que se creen imprescindibles. La soberbia es propia de quien tuvo un éxito rápido e incontestable y no supo asumirlo. El ego les embriagó y no han sabido gestionar la emborrachera de poder tan fulminante.

Podemos ya no existe como partido de izquierdas, ahora solo existe el Irenismo y su ideología es el victimismo. Esa huída hacia adelante fue la manera que encontraron de sobrevivir para salir de la crisis de comunicación y política que emanó de la aprobación de la ley del sí es sí, la negación rotunda de que habría excarcelaciones y rebajas de condena antes de que empezara a producirse un goteo incesante tenía como objetivo destruir a Irene Montero. Así que la convirtieron en una víctima, del mismo modo que Pablo Iglesias lo fue antes, y así, por elevación, Podemos y todos sus militantes. Es una evidencia que la conversión de una organización de izquierdas en únicamente una víctima solo puede construirse con hechos ciertos que configuren una realidad absoluta de forma creíble. Han sufrido ataques feroces, como cualquier organización de izquierda contestataria a lo largo de la historia cuando ha salido de su irrelevancia y ha puesto en cuestión el sistema, pero esa construcción victimista es en sí misma la constatación de un fracaso. Del marxismo-leninismo al irenismo-victimismo, y ahora, al irenismo-transfuguismo.

Irene Montero ya es solo un fetiche con el que identificar un proyecto que no se sostiene por sus políticas, ideas y prácticas. Podemos mutó hasta perder el norte. Para ellos el feminismo ya no es el mayor movimiento histórico de justicia social a la misma altura transformadora que el movimiento obrero, el femenismo es Irene Montero. Si ella no ocupaba el ministerio de Igualdad con la consiguiente capacidad para repartir asesorías, salarios y nóminas ya no existía el feminismo ni las políticas públicas que defiendan la igualdad efectiva de las mujeres. No defienden las políticas públicas feministas, defienden que sea Irene Montero quien esté en el ministerio de Igualdad porque no importa el qué, sino el quién. Solo les importa su supervivencia, y la decisión de pasarse al grupo mixto es la última muestra de que operan con una lógica interna de defensa sectaria de la organización. No les mueve la necesidad de las clases populares, solo su futuro, porque hay que estar muy alienado para considerar que sin Ione Belarra, Lilith Verstrynge, Javier Sánchez Serna, Martina Velarde y Noemí Santana actuando como ente autónomo no hay un futuro de esperanza para la clase trabajadora. Pobre izquierda si de esos representantes dependiera su representación.