Las elecciones del 23 de julio tuvieron un efecto moral de ensanche progresista. Se eliminó el miedo y un cierto complejo a demostrar con orgullo que los valores del feminismo, de respeto a la pluralidad, y de izquierdas eran mejores que el odio y la reacción que iban ganando posiciones en nuestro sistema de opinión pública. Esas elecciones sirvieron de amarre moral y alivio para quienes son conscientes de que un gobierno de coalición, sin ser revolucionario para su día a día, hace menos dolorosas las dificultades que el nuevo tiempo está planteando. No es tanto lo que hace, ni lo que hizo, sino el bálsamo que proporciona tenerlo en lugar de una horda de ultras con expolio de los servicios públicos como objetivo. En eso está la gente progresista, en hacerse amable la existencia, y repudiará y mandará al vertedero de la historia a cualquiera que se atreva a ponerlo en riesgo. Los hordas fascistas están al otro lado del río y no se tolerará poner en riesgo la aldea. Ese es el espíritu de época, más allá de los intereses empresariales de una pyme familiar.

Lo importante en la construcción cultural de la ideología son las prioridades. Si eres de izquierdas y entre todos los problemas que tenemos decides poner en el foco en criticar a tus socios, asegurarte un puesto o hacer campaña junto a la derecha para poner en riesgo un gobierno de progreso, es lícito cuestionar que tus prioridades sean las de la clase trabajadora, los derechos sociales y la construcción de un horizonte de posibilidad. Importa incluso más que lo que dices cuánto tiempo de tu discurso político dedicas a cada asunto. Si la agenda personal y política está destinada únicamente a vengarse de antiguos amigos y compañeros, es lógico pensar que todo el tiempo gastado en construir un futuro colectivo tenía como único objetivo garantizarse una vida burguesa y ególatra regada de aportaciones de militantes.

Respeto profundamente a los utilitaristas, a los del mientrastanto, y también a los revolucionarios que nunca se han plegado al juego institucional. He conocido a alguno, incluso a un profesor de teatro político ya fallecido, que nunca se plegó a nada, al que dejaron tirado sin pagar unas conferencias que necesitaba para comer los que llaman a los demás izquierda servil. Reconozco que me es más difícil respetar a los reformistas socialdemócratas que solo pelean por un puesto en un gobierno e intentan transmitir una visión revolucionaria mientras insultan y desprecian a quienes ven las costuras fraudulentas de su máscara. La izquierda siempre ha navegado entre el reformismo y la revolución. Al empresario de nuevo cuño no le gustaría mirarse en ese espejo, pero entre Rosa Luxemburgo y Leonard Bernstein él hubiera sido el revisionista. No pasa nada, nos ha tocado navegar esa espuma de los días y fue lo más inteligente, pero no conviene insultar a la inteligencia ajena considerándose a sí mismo algo más que una izquierda servicial al sistema. Si hablamos de servilismo o rebeldía, de revolución o reformismo, Podemos es lo mismo que Sumar, con la diferencia sustantiva de que en Sumar no manda quien dicta directrices desde el Mundo Obrero de Hacendado. Son lo mismo en términos políticos. Ni más reformistas, ni más revolucionarios, ni más progresistas ni más izquierdistas. Sumar es una continuación perfecta del progresismo reformista de Unidas Podemos pero con otra dirección al mando. Con otras nóminas que repartir. Mejor que nadie se lleve a engaño.

Ione Belarra ha aprendido en Podemos a faltar al respeto a todos aquellos que ven el mundo de una manera diferente. Es lastimoso observar cómo a la secretaria general del partido le pasaban el argumentario desde la emisora del Conde de Godó y ver que no tiene la suficiente firmeza para imponerse a los intereses particulares de un empresario de los medios, tal vez por miedo a ser tratada de traidora y arrojada al grupo de los impuros. Da igual el empeño, Belarra tarde o temprano transitará ese camino porque no hacen prisioneros. Para justificar su enésimo cambio atribulado de dirección, por la impotencia de verse empequeñeciendo cada día, decidió que la mejor manera de anunciarlo era insultar a los socios de la coalición de la que ahora mismo forma parte. Ione Belarra tiene el complejo de saber que el clan conoce que no peleó por Irene Montero en la negociación con Sumar a cambio de conseguir más dinero que les asegure el sustento. Por eso tiende a sobrerreaccionar faltando al respeto a todos aquellos que comparten camino, o al menos compartían, porque con una organización tan desleal como Podemos lo mejor es abrir brecha. Siempre ha sido lo mejor, porque no son de fiar. El complejo de Belarra le lleva a llamar izquierda servil a muchos que nunca han formado parte de un gobierno que ha traicionado el Sáhara, ha matado a inmigrantes en la valla de Melilla, ha aumentado la participación de España en la OTAN o ha aprobado el mayor gasto presupuestario militar de la historia de la democracia. Todas esas cosas las ha hecho Ione Belarra desde el Consejo de Ministros del que participaba siendo servil al régimen y cobrando su generoso sueldo de ministra. Le ha salido la vena combativa solo cuando sabe que no repetirá cargo. Si la guerra de Ucrania o la invasión de Gaza se hubieran dado en un tiempo en el que controlaban el espacio y tenían posibilidad de continuar en el Ejecutivo habrían guardado el mismo silencio cómplice que el vice guardó cuando tocaba hablar del Sáhara.

Podemos realizó una consulta telemática para decidir su hoja de ruta, incumpliendo sus propios estatutos, que obligan a pasar una decisión estratégica tan importante por la Asamblea Ciudadana. La consulta tuvo como resultado el esperado, el que siempre tienen las consultas plebicistarias de Podemos, el respaldo absoluto a lo que dicta la dirección. En esta decisión votaron 30.000 personas, lo que significa una merma constante de sus apoyos entre la militancia que no ve final. La consulta sobre la decisión de apoyar el acuerdo de gobierno con el PSOE en 2019 contó con la participación de 138.000 personas. En la de la compra del chalé de Irene Montero y Pablo Iglesias participaron 188.176 militantes. En aquella ocasión votaron más militantes en contra de la continuidad de Iglesias y Montero, 59.224, que el total de participantes de la última consulta impulsada por Belarra. Los apoyos que ha conseguido la propuesta de Ione Belarra han sido de 26.741 inscritos. El partido no ha facilitado censo para no poder contrastar el escaso apoyo de participación, pero sirve para comparar el censo facilitado en la consulta de la casa de Pablo Iglesias, que era de 487.772 personas, lo que supondría que en esta ocasión han logrado el apoyo del 5,4% del censo, un éxito incontestable que marca la deriva del espacio. Consiguieron aumentar la participación en su pregunta sobre el sí a la investidura porque movilizaron a exmiembros de Podemos que aún mantenían la cuenta activa en la web por miedo a que la liaran. Porque a eso están reduciendo la militancia en Podemos, a tener un mail registrado, ser un bully de redes o una cuenta corriente con la que engordar las arcas de Melancolic S.L.

Izquierda servil, dice Belarra. No es necesario hacer un ejercicio de autocrítica tan severo. ¿Cuán servil puede ser una izquierda que renuncia a todos esos puros principios para subsumirse en lo que consideran izquierda servil solo por mantener un 23% de los recursos económicos de una coalición? Ione Belarra será recordada por transformar el que fuera uno de los proyectos más ambiciosos de la izquierda política de la historia de la democracia en una pyme. Podemos es ya una sociedad limitada. Esa mudanza convierte lo que queda de Podemos en lo más parecido a una izquierda servil que hemos tenido nunca, porque no hay una izquierda más servil al régimen que aquella tan sectaria que acaba sin representación ni capacidad transformadora. Pero si la mutación de una herramienta colectiva como un partido en una sociedad limitada no fuera suficiente para cuestionar el compromiso con los intereses de las clases populares, han pensado que es una buena idea empequeñecerse insultando a todos aquellos representantes de la izquierda que consideran su estrategia un suicidio que acabará afectando a todas las fuerzas progresistas. Su adanismo es insultante para todas las luchas colectivas que les precedieron, había izquierda antes que Podemos, y mucho más digna porque no estaba destinada a convertirla en una empresa con lo que sacar dinero a los militantes incluso usando el mailing del partido para pedir cuotas para la empresa cedida por el multimillonario Jaume Roures.

En la dirección de Podemos ya no hay más valores y causas que aquellas que pueden usar a la interna, lo vimos con Ucrania, en la que se posicionaron en contra del envío de armas solo para hacerle contrapeso a Yolanda Díaz. Pero el colmo de la desvergüenza ha sido la instrumentalización del genocidio de Gaza, que Ione Belarra y la pyme han usado para hacerle interna a Yolanda Díaz hasta el punto de inventarse una noticia falsa en Canal Red solo para lograr notoriedad internacional. Ione Belarra solo habló de Palestina antes de este conflicto dos veces en sus redes en todos estos años mientras Sira Rego, que ha vivido en los territorios ocupados y cuyo padre vive en Jerusalén Este, hizo de la causa palestina su política prioritaria desde que está en la vida pública. A pesar de ello en Podemos se han atrevido a decir que sin Ione Belarra, que sabe lo que es la kufiya porque le han regalado una, nadie defenderá Palestina en el consejo de ministros. Nadie al que le importara el asesinato sistemático del pueblo palestino por parte de Israel lo instrumentalizaría contra quien comparte las mismas ideas. IU y el PCE han sido mucho más dignos y decentes con Palestina sin usarlo para beneficio personal, si no respetan ni por decencia nuestro hilo rojo qué se puede esperar de Podemos.

 Nacho Álvarez dimitió de todos sus cargos en Podemos después de que Yolanda Díaz ofreciera a Podemos un ministerio con el economista como titular. Él no les servía, solo les servía garantizar un puesto al núcleo familiar. Del programa, programa, programa a todo por un ministerio para Montero. La izquierda ha perdido un gran ministro, pero Podemos está en quemar cualquier cosa que no sea favorecer los intereses de la pyme. Una de las ideas más nefastas desde el punto de vista político para una organización que nació con la idea de combatir a una supuesta casta política es amenazar con romper los acuerdos con los electores al integrarse en la coalición de Sumar si no se garantiza el puesto de ministra a Irene Montero mientras presiona para ello su familiar empresario. Ya no les importa ni convertirse en tránsfugas, como llamaba la propia Montero a Meri Pita tras abandonar Podemos y mantener el escaño. Ya solo les importa anteponer los intereses personales de su líder política, esta sí y no Belarra, al interés general. El mensaje que transmiten es que lo único que les importa es garantizarse un ministerio por encima de los intereses de la ciudadanía. Un mensaje devastador, que hasta Juan Carlos Monedero se atrevió a criticar con la consiguiente letra escarlata sobre su frente, que no van a ser capaces de eludir. La sensación de urgencia y desesperación de Podemos por intentar hacerse visible al margen de la posición donde le han colocado los ciudadanos con su voto es una muestra de debilidad tan exasperante que solo lleva a la conmiseración cuando se observa desde fuera. Su capacidad performativa está tan limitada que no son capaces de marcar agenda ni en el propio espacio político de la izquierda. Si tan importante era asegurarle un puesto a Irene Montero para sufragar sus gastos corrientes podrían haberlo exigido por delante de asegurarse los recursos económicos suficientes para seguir pagando nóminas a los más fieles, porque los menos sectarios ya fueron despedidos en un ERE salvaje que dejó en la calle al 70% de los trabajadores.

En Podemos no quieren ver lo que la ciudadanía les está diciendo cada vez que se abren las urnas. Ione Belarra actuará como liquidadora de la organización política para dar paso a una empresa de comunicación cedida por un empresario multimillonario. Podemos tiene que ser consciente de que un empresario no puede marcar el paso a la izquierda solo para lograr un beneficio personal y cejar en el empeño de que una cúpula minoritaria enrocada, cuyo único fin es garantizarse su supervivencia económica, ponga en riesgo las oportunidades de un gobierno progresista. Hay que saber el lugar que la historia reserva a cada uno y no combatir la voluntad del destino. Lo contrario solo conduce a la melancolía. La pyme al grupo mixto, que deje de amenazar.