Yolanda Díaz había hecho bien en evitar responder a los ataques y elconflicto identitario dentro de la izquierda. No tiene demasiado que hacer en ese espacio con quien está acostumbrado a bregarse en esas lides. Esa exposición la aleja de la imagen pública de gestión y compromiso en la que ha labrado su imagen y liderazgo. A pesar de que muchos periodistas, que estábamos solos ante el peligro contando esas divisiones y disputas, hayamos podido agradecer que evidenciara un conflicto que se disputaba de manera oculta y velada y llevaba larvado desde mucho antes de la aprobación de la reforma laboral, a ella no le beneficia esa disputa. Es cierto que sirve para que nadie pueda acusar de mentir a los que solo contábamos una guerra soterrada, pero a ella no le sirve y tiene que huir rápido del barro. Yolanda Díaz gana en lo propositivo y pierde demasiada en la disputa con los similares.

No es posible salir victorioso de un combate donde solo uno sigue las reglas de Queensberry. La toxicidad instalada en la crítica del espacio morado hace imposible sacar rédito de una confrontación abierta. El camino adecuado es el que habían seguido hasta ahora, buscar el acuerdo por la vía de la responsabilidad y de la presión efectiva del electorado de izquierdas que no está dispuesto a tolerar que pongan en riesgo un gobierno de izquierdas por asegurar la nómina de Del Olmos y similares. No hay intención de buscar los puntos de encuentro, como ha quedado demostrado con la reacción a la entrevista. Si algo tiene que doblar el brazo a Podemos para que cese en sus ataques, insultos y disputa es el peso de la gente corriente. Por difícil que sea, nadie del espacio de Sumar tiene que alimentar la confrontación, que al menos haya alguien responsable.

Yolanda Díaz ha cometido el error de haberconcedido una entrevistaque girara de manera exclusiva en torno a la disensión y el conflicto con los similares. La comprendo, no es fácil callarse durante tanto tiempo cuando sientes que se está siendo injusto. El dolor sufrido por Iglesias no puede justificar estos ataques de violencia política contra la líder de Sumar, porque si duelen los golpes de los fascistas, mucho más queun amigo te llame miserablepor no compartir la estrategia que crees adecuada. Pablo Iglesias todavía no se ha disculpado por insultar a Yolanda Díaz. Sumar comete un error si da motivos para la victimización a Podemos porque es en el marco en el que estos momentos mejor se maneja. Ya era conocida la disputa, no hacía falta que Yolanda Díaz fuera tan clara a la hora de mostrar esas diferencias con Pablo Iglesias, Ione Belarra e Irene Montero, porque eso bastará para que se agarren a ello en una nueva campaña de victimización, enrocando más sus postulados y dificultando aún más el proceso de confluencia necesario para no dividir el voto y optar a un tercer puesto en las elecciones generales que dé posibilidades a la izquierda de reeditar el gobierno de coalición. Personalmente, me importan poco los agravios que se tomen los partidos, me importa que se traguen el orgullo y vayan todos juntos para ser un dique de contención al fascismo.

Hubo un momento en el que Maruja Torres dijo que le gustaría borrarle esa sonrisa, pero no por hacerle daño, sino para que mostrara el colmillo. Yolanda Díaz expresó de manera diáfana que Ucrania tiene derecho a defenderse de una agresión ilegítima, que Marruecos es una dictadura y que no comparte la posición del gobierno con el Sáhara, esto es mucho más de lo que Pablo Iglesias dijo cuando era vicepresidente. Del mismo modo pidió la salida de Marlaska del Ejecutivo por los migrantes muertos en Melilla y no dudó en denunciar los comportamientos machistas a los que ha podido asistir de Pedro Sánchez. No es que se pusiera de perfil, lo que no hizo es pronunciarse en los términos y asuntos que Podemos quiere que exprese. El punto en el que fue más escurridiza y evitó pronunciarse fue al ser preguntada sobre qué lista votaría en Madrid; no contestó, aunque se pueda interpretar que esa falta de respuesta llevara implícito el apoyo a Mónica García. Todos sabemos que sin Sumar siendo al menos la tercera fuerza política en las elecciones generales en 2024 tendremos a Santiago Abascal de vicepresidente del Gobierno. Al menos es necesario que uno de los actores en disputa sea responsable, si Podemos no sabe serlo, hay que exigírselo a Sumar. Pero tengo esperanzas en que ambos lo sean.