No sabemos abordar ciertos temas, nos duele, nos incomoda. Y no pasa nada, es normal. Todavía queda mucho por hacer, y por normalizar en esto de la salud mental. Nos cuesta aún hablar de dolor, de sufrimiento, menos aún de suicidio. Pero las ideas, los intentos y, por desgracia, los suicidios, son mucho más frecuente de lo que pensamos.

En España existen 10 suicidios al día y es a día de hoy la principal causa de muerte no natural entre los jóvenes (entre 19 y 25 años). Además, los intentos de suicidio y autolesión han aumentado un 250% durante la pandemia por coronavirus.

Pero ¿qué podemos hacer como sociedad para ayudar en la prevención del suicidio? ¿Qué podemos hacer como amigos, familiares o compañeros cuando notemos o sospechemos que una de nuestras personas queridas puede estar pasándolo mal?

Una de las claves más importantes es hablar de suicidio, visibilizarlo, que no siga siendo un tabú. Quitarle el estigma y la vergüenza, porque es algo que nos puede pasar a todos, porque para tener un comportamiento suicida no hace falta tener un trastorno mental.

Dolor, desesperanza y desconexión

Según explica a laSexta José Antonio Luengo, psicólogo y decano del Colegio de la Psicología de Madrid, existe una teoría reciente que puede explicar qué es lo que les ocurre a las personas que piensan o han pensado alguna vez en el suicidio. Hay tres componentes, 3D (dolor, despesperanza y desconexión) que son claves.

En primer lugar, el dolor. Todas las personas viven una situación de dolor inmenso, ya sea por causas físicas como por ejemplo, la noticia o el proceso de un cáncer o causas psicológicas como la muerte de un familiar o un suceso traumático. En segundo lugar, hay desesperanza: hagas lo que hagas no ves luz en el camino, te sienten indefenso y eso genera una especie de indefensión aprendida (creer que hagas lo que hagas no vas a cambiar nada) difícil de llevar.

Y en tercer lugar, la desconexión con la realidad. Todos tenemos dos niveles esenciales que nos hacen estar conectados con el mundo, que tienen que ver con nuestra forma de estar en la vida: uno, la sensación de ser competentes con lo que hacemos y dos, la vida con otras personas, con nuestro grupo social, familia. Y a veces esa conexión desaparece. "Cuanto más sufrimiento, más sensación de desesperanza y menos conexión con tu vida y tus iguales, más riesgo de tener esas ideas y pensamientos", explica Luengo.

Señales de alerta verbal y no verbal

De alguna manera forma "casi todas las personas que intentan quitarse la vida dejan alguna señal, a pesar de que hay una especie como de cultura de lo contrario, eso de que 'el que de verdad quiere suicidarse no lo cuenta'. Pero no es así. La gran mayoría dan señales. Más o menos explícitas pero siempre las hay", afirma Luengo.

Así, "podemos enumerar una serie de signos o avisos que llamamos señales de alerta que nos indican o nos hacen posible la detección temprana del riesgo suicida. Es importante conocerlas para poder minimizar ese riesgo", explica por su parte Luis Fernando López, psicólogo, coordinador técnico del programa Hablemos de… Suicidio del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP)y codirector del proyecto ISNISS del programa de doctorado de la UNED.

Por un lado, nos encontramos con señales de alerta de tipo de verbal. Por ejemplo, comentarios negativos como 'no valgo para nada', 'lo mío no tiene solución', 'me gustaría desaparecer'.... Y que estos comentarios se mantengan en el tiempo.

Y por otro lado -explica este experto-, ese tipo de comentarios pueden acompañarse también de señales de alerta de tipo no verbal como cambios en la conducta, tristeza, irascibilidad, aumento de la agresividad, aislamiento, incluso consumo de tóxicos y drogas.

Existen una serie de señales de alerta -verbal y no verbal- que nos indican o nos hacen posible la detección temprana del riesgo suicida.

Luis Fernando López, psicólogo

También es importante estar atentos a los cambios bruscos de conducta, si ves que de repente o en muy poco tiempo una persona empieza a esta triste. "Es importante que la sociedad se sensibilice, que dejemos de ser tan individualistas, que seamos más empáticos, que hablemos de emociones y de las cosas que nos pasan. Y si en un momento dado, un amigo o un compañero, ve que su amigo/a está diferente a como es esa persona es normalmente, o si les ves más asilado, le pregunte qué le pasa y si necesita hablar", cuentan Olga y Carlos, padres de una niña que se suicidó cuando tenía solo 18 años.

Ellos mejor que nadie saben lo importante que es todo esto. Y saben también de la importancia que tiene que se hable de suicidio, que se normalice el hablar sobre el suicidio para poder ayudar así a tantos padres y a tantas familias que como ellos pueden ser víctimas de ese fatal desenlace. Que haya formación, inclusive en los profesionales. "Ahora las cosas han cambiado un poco, pero cuando a nuestra hija le pasó, en 2015, se sabía muy poco, incluso dentro de los especialistas. Ahora, Carlos y Olga dan charlas y formación a padres y profesionales -incluido al SUMMA de la Comunidad de Madrid y a médicos de atención primaria- y colaboran con la Red AIPIS-FAeDS, dirigida a dar apoyo a familiares o amigos que han perdido un ser querido por suicidio ycon Psicólogos Princesa 81.

Que no nos dé miedo preguntar, hablar de lo que nos pasa

Hay veces que no queremos ver esas señales, que hacemos como si no hubieran existido porque no sabemos, porque nos da miedo enfrentarnos a ellas, porque no nos gusta ver que esa persona que tanto queremos puede estar pasando un mal momento.

"Nos cuesta entrar y no queremos verlo. Nos entra el pavor y el miedo y cuándo hacen ese tipo de comentarios negativos (estoy mal, no valgo para nada...) le decimos simplemente que no piensen en eso, que son locuras, que con lo que tú tienes, con lo que tú vales… Y es importante preguntar. Que no nos dé miedo hacerlo", sostiene Luengo.

Muchas veces -añade este experto- evitamos preguntar por esa idea errónea de no darle ideas y pensamos: '¿Pero cómo le voy a preguntar esto? ¿Y si le doy ideas?' "Pero eso no es así. Porque realmente ese chico o esa chica lo que quiere es hablar, y que tú le escuches, y que tú le ayudes".

Que no te dé miedo acercarte y preguntar qué pasa, en qué puedo ayudarte. Porque realmente ese chico o esa chica lo que quiere es hablar, que tú le escuches y le ayudes

Jose Antonio Luengo, psicólogo

Si queremos ayudar a nuestras personas queridas, si queremos realmente ver qué sucede, lo más importante, añade López, "es entender que hablar, que le preguntemos, lo que les va a provocar es un alivio, les va a aliviar su tensión. Y ellas, esas personas, van a saber que lo único que nosotros queremos con esa pregunta o con ese acercamiento, es ayudarlas".

Así, y una vez nos hemos acercado, es fundamental, aconseja este experto, "escuchar con respecto, con sensibilidad y con empatía, sin hacer juicios. Podemos decir frases tipo: 'Siento que este momento es difícil y me gustaría que me dieses una oportunidad para poder ayudarte'. Que la persona sienta que no está sola, porque si nos acercamos y preguntamos, seguramente esa persona se abra y empiece a hablar de aquello de le preocupa y que tanto tiempo ha tenido en silencio".

"En ocasiones no hace falta hablar, basta a veces con acompañarlos en silencio, que sepan podemos sentarnos a su lado y sentir el calor. Que sepan que estamos ahí para cuando necesitan hablar, que sepan que no están solos de que hay alguien que puede comprender o empatizar con su dolor", concluye López.

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