Mucho estamos oyendo hablar estos últimos días, a raíz de los resultados electorales del 23J, de las expectativas . Y de cómo al PP y a Alberto Núñez Feijóo parecen haberle jugado una mala pasada. Pero no sólo en política sino en la vida en general, cuando las expectativas no se cumplen, aparecen emociones tan básicas como la rabia, el enfado y sobre todo, sentimientos de decepción o la frustración. Y cuanto más grandes sean las primeras, más intensas serán las segundas.

Pero lo cierto es que la vida está llena de expectativas que parecen de algún modo guiar nuestras motivaciones. La RAE define expectativa como el deseo de "alcanzar, obtener o lograr lo que se pretende o desea"; sin embargo es importante no dejar nunca de lado la realidad y saber manejar, en base a ésta, esas expectativas que no siempre tienen que ser altas expectativas, a veces las tenemos muy bajas porque creemos que no podemos conseguir tal cosa, algo que puede dificultarnos para avanzar hacia ese objetivo.

Pero sin duda, no es nada fácil ajustar o saber manejar esas expectativas para no llevarnos chascos o incluso, para poder ser más felices. Muchas veces, "las expectativas son las guías sobre las que orientamos nuestro comportamiento y no sólo las genera la persona sino también el grupo: el pensamiento colectivo puede modificar nuestra forma de pensar, afectando a nuestra identidad personal y grupal", explican a laSexta.com Cecilia Martín y Marina García, psicólogas y codirectoras del Instituto de Psicología Psicode(Madrid, Alicante y Valladolid).

Expectativas optimistas vs pesimistas

No es lo mismo unas que otras. Según sostienen estas especialistas, "tener expectativas optimistas, como individuos o como grupo nos motiva a movilizarnos y a llevar a cabo acciones para conseguir nuestros sueños, pero si esas expectativas son tan elevadas que no están conectadas con la realidad, el choque es mucho mayor y la frustración y la decepción son mayores".

Sin embargo y tal como aseguran ambas expertas, "es bueno tener altas expectativas sobre lo que queremos conseguir -porque tienen un alto poder motivador- pero esas expectativas tienen que estar asentadas en la realidad, porque si no, se convierten en creencias poco realistas o distorsionadas".

Por otro lado, hay personas cuyas expectativas personales son muy bajas: "Son pesimistas y les gusta ser así porque encuentran mucha utilidad en esa forma de pensar. Creen que de ese modo no se van a defraudar con el resultado", explican las expertas, haciendo hincapié en que "el pesimismo tiene una gran desventaja y es que nos paraliza a la hora de conseguir nuestras metas y hace que no llevemos a cabo acciones para conseguir nuestras objetivos, tanto personales como colectivos".

La persona pesimista cree que si anticipa un mal resultado, cuando ese resultado negativo se dé, que no va a sufrir por ello, porque ya lo había previsto. Y seguramente, muchos de nosotros/as hayamos sentido esto alguna vez o hemos dicho eso de: 'no voy a hacerme ilusiones por si acaso no se cumple'. Por ejemplo, cuando tenemos una cita con alguien que nos gusta o con alguien que tenemos muchas ganas de conocer. "Es cierto que no se sentirá tanta decepción y que se sentirá bien sabiendo que ha podido predecir el resultado ('si esto ya lo sabía yo) , pero un grupo social no puede sustentarse con personas pesimistas, porque ello lleva a la inacción.

Cómo conseguir tener expectativas ajustadas a la realidad

Por ello, en cualquiera de los dos casos, y como todo en la vida, en el medio está la virtud. "Si gestionamos bien nuestras expectativas y tenemos en cuenta no sólo nuestra predicción de lo que podemos conseguir, sino también el pasado (como referencia) y el presente (el contexto) , podemos ser más coherentes , diferenciando objetivamente entre "lo ideal" y "la realidad". Así, el resultado final no chocará tanto con lo que nosotros esperábamos conseguir", aseguran las expertas: "Ser moderados en nuestras expectativas es lo mejor para la salud mental".

Lo más útil es siempre poner en duda nuestros pensamientos cuando son o bien extremadamente negativos y pesimistas o bien excesivamente irreales de lo optimistas que son. Es importante pararnos y analizarlos realmente. Sin dejarnos llevar por nuestros pensamientos o intuiciones. Para ello, nos puede ayudar seguir estos tres pasos o consejos, que nos ofrecen ambas psicólogas:

  • Analizar el pasado como referencia. Nuestros éxitos y fracasos como persona y como colectivo.
  • Hablar con otras personas sobre el presente. Tener diferentes puntos de vista nos ayuda a relativizar el nuestro y saber diferenciar correctamente entre nuestros ideales y la realidad.
  • Aprender a conocer nuestra personalidad y saber cuál es nuestro sesgo o tendencia en nuestra manera de pensar para poder auto-regularnos y ajustar nuestros pensamientos hacia unos más realistas.

Lo más importante es saber que "cuanta más flexibilidad tengamos en nuestra manera de pensar, adaptándonos a la realidad, mayor salud mental tendremos y menos sufriremos ante los acontecimientos", concluyen las expertas.