Si pudiéramos volver ahora a la adolescencia y hablar con nuestro 'yo adolescente' de 15 años, probablemente le diríamos que la vida no va a ser fácil. Que el malestar psicológico le invadirá de cuando en cuando y que tendrá mil problemas y dificultades. Pero que todo pasa. Que todo siempre pasará.
Que trabaje la resiliencia y la autoestimay sobre todo, que confíe en sí mismo y que crea en todas sus capacidades y en todas sus virtudes que seguro serán muchas. Que nunca será una simple nota en un examen.
"Y es que hoy es muy difícil ser adolescente", afirma a laSexta.com el psicólogo educativo José Antonio Luengo, decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP)y psicólogo de la Unidad de convivencia y contra el Acoso Escolar (Comunidad de Madrid) que ayer presentó su último libro 'El dolor adolescente' (Plataforma Ed) con el que pretende ayudar a las familias a explorar el complejo mundo de la salud mental de los jóvenes, muy deteriorada por la pandemia.
La clave para este experto que lleva media vida trabajando sobre el campo, está en acompañarlos: "en estar con ellos, en hacerles ver que no están solos, que sus padres y madres van a escucharles y a ayudarles sin juicios ni prejuicios".
Y acompañar es también "dar un abrazo cuando el chico/a no se lo espera y estar pendiente de él y darle confianza para que nos pueda contar sus historias: a veces les es más difícil hablar con sus padres que con los profesores", asegura Luengo. Por ello, es importante prepararnos, como padres-madres, también para esta etapa.
Prepararles para el dolor y el malestar psicológico
Las familias, muchas veces nos creemos que cuando los hijos llegan a la adolescencia ya no nos necesitan porque han pasado ya la niñez y no precisan de tantos cuidados básicos. Porque se vuelven más independientes y también necesitan su espacio, porque van creciendo y cogiendo su propia independencia.
Sin embargo, nuestros hijos/as necesitan que les acompañemos en este momento de tantos cambios físicos y psíquicos, de tanta vulnerabilidad y de tanta y tanta exposición e influencia como tienen de las redes sociales. De tanta presión y de tantos miedos que tienen por querer gustar, por ser aceptados, por estar dentro del canon... No, ellos solos no pueden, como adultos y figuras de referencia nos necesitan, nos siguen necesitando, aunque sea de otra manera.
"No podemos pensar que de la niñez a la adolescencia hay sólo un 'saltito' y que ya vale con lo que les hemos enseñado. No es así. Los chicos/as cambian física y mentalmente. Se enfrentan a un mundo desconocido con unas exigencias muy superiores a las de la niñez, porque su mente es más cercana al mundo adulto que al del niño. Hay presiones para vestir, nace el interés por las relaciones sentimentales... Son cambios muy sustanciales", explica Luengo.
No podemos pensar que de la niñez a la adolescencia hay sólo un 'saltito' y que ya vale con lo que les hemos enseñado. No es así. Los chicos/as se enfrentan a cambios muy sustanciales
Por ello, al igual que como padres y madres primerizos nos preparamos para cuando venía nuestro bebé y consultamos en mil libros cómo educar a nuestros niños, también tenemos que preparar a nuestros hijos, de forma paulatina, para cuando llegue la pre y la adolescencia. Y tenemos que prepararles creando buenos vínculos y creando un clima de confianza y seguridad. Que con nosotros se sientan seguros.
Por ello es importante crear ese vínculo de confianza, aconseja Luengo, "escuchando, intentando ponernos en su lugar, no juzgándole sino valorándole, que es diferente. Y todo esto es compatible con que le digas esto no está bien, podrías hacer esto o lo otro… Es decir, le doy opciones sobre lo que tiene que hacer, sobre lo que podría mejorar. Valoro sus actos y le doy opciones de mejora. Pero sin juzgarle ni exigirle".
También es importante que dentro de ese vínculo y contexto, les preparemos para el dolor y el sufrimiento porque "el malestar psicológico forma parte de la vida", afirma el experto. Todos tenemos problemas y ellos también tendrán dificultades, y tendrán días malos y días muy malos. También días buenos y (casi) perfectos.
"Siendo adolescentes aprendemos a sufrir. De niños podemos pasar momentos malos, pero el sufrimiento como tal llega en la adolescencia porque empezamos a entender la complejidad del mundo", explica el psicólogo. Por ello, no debemos esconderlo ni sobreprotegerlos, sino enseñarles que el dolor existe, que lo sentirán muchas veces y que ellos también se enfrentarán a él.
Las 4 claves para acompañar a tus hijos adolescentes
Con todo esto, José Antonio Luengo nos da una especie de plan, o de 'hoja de ruta' como él lo llama, en que hay 4 claves para poder acompañar mejor a nuestros hijos en esta etapa de la adolescencia. Para poder afrontar mejor esas dificultades por las que pasan los chicos a las que no sabemos muy bien cómo acercarnos.
1. Ponernos en su lugar
Cuando nos cuentan cosas, es importante no restarle importancia sino comprender que lo están pasando mal y que no tienen aún las herramientas suficientes para enfrentarse al problema. Así, "cuando somos capaces de ponernos en su lugar, mostramos una mayor capacidad para acompañarlos mejor.
2. Mostrarnos especialmente receptivos
En vez de hablar, lo importante es escuchar. Y debemos mostrarlo explícitamente con la postura, con la acción, con las palabras. Por ejemplo: cuéntame porque me está importando mucho lo que dices y lo que me cuentas. Si ellos nos notan receptivos, todo es mucho más fácil.
3. No demos lecciones de vida: no sirven
"Realmente, no sirve de nada que le demos lecciones de vida, pero sí sirven nuestras experiencias", asegura el experto. Si nos pregunta, podemos darle nuestra opinión, pero no darles lecciones como si ya lo supiéramos todo. Podemos en su lugar preguntarle: "Y ante este problema, qué crees que podemos hacer, qué se te ha ocurrido que hagamos, cómo crees que podemos ayudarte, lo pensamos juntos". Son formas de entrar a nuestros hijos/as muy positivas, porque mostramos cercanía.
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4. Consultar a otros adultos
Por último, si nosotros no podemos, también es importante contar con otros adultos como los profesores y los tutores que al final están con ellos mucho tiempo. "Y crear con ellos un contexto de confianza y ayuda con nuestros hijos/as", finaliza Luengo.