Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) o trastornos alimenticios han aumentado durante estos dos últimos años de pandemiaen niños y adolescentes. Los más comunes, anorexia y bulimia. Sin embargo, es importante conocer más acerca de cómo prevenir estos problemas porque existen factores de protección que pueden disminuir el riesgo de aparición.
Alrededor de 400.000 personas en España sufren un trastorno de la conducta alimentaria: la gran mayoría adolescentes y la gran mayoría mujeres: 9 de cada 10 casos de trastornos de la conducta alimentaria afectan a mujeres, según datos de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (Barcelona).
"Los trastornos de la conducta alimentaria son la tercera causa de enfermedad crónica en niños y adolescentes, después del asma y la obesidad. Son más frecuentes en la adolescencia que en cualquier otra época de la vida y la edad media de inicio de los síntomas son los 12.5 años", explica a laSexta.com la Dra. Raquel Jiménez García, jefe de Sección de Pediatría del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús (Madrid).
Durante la pandemia "se ha producido un aumento alarmante de los casos en niños/as y adolescentes, de ahí la importancia de su conocimiento y de instaurar medidas de prevención", añade la experta. Tanto es así que los trastornos de la conducta alimentaria han sido uno de los temas del 18º Congreso de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) celebrado el pasado marzo.
La doctora Jiménez, coautora de la ponencia 'Detección precoz e intervención del pediatra en los trastornos de la conducta alimentaria', en dicho congreso, explica que "la familia tiene un papel fundamental en la prevención ya que en ella es donde se aprenden los hábitos saludables de alimentación, ejercicio y estilo de vida".
Así, debemos saber que dentro de los trastornos de la conducta alimentaria, existen dos tipos de factores. "Por un lado, factores de riesgo, aquellos que aumentan el riesgo de padecer un trastorno de este tipo y por otro, factores de protección que son aquellos que disminuyen el riesgo de aparición", explica Sara Bujalance, directora General y psicóloga de la ya citada Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (Barcelona). Es importante conocerlos para así poder conocer más acerca de estos trastornos y poder ayudar a prevenir su aparición.
Factores de riesgo para el desarrollo de los trastornos alimenticios
Según datos publicados por esta asociación, en España existe una "tasa de prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria en población adolescente alrededor del 4,1-4,5% entre los 12 y los 21 años. En concreto, la anorexia se sitúa en torno al 0,3%, la bulimia en el 0,8% y el TCA no especificado alrededor del 3,1% de la población femenina de entre 12 y 21 años".
Una encuesta -realizada por esta entidad a más de 5000 adolescentes de Cataluña y publicada el pasado mes de noviembre- manifestó cómo la pandemia había aumentado la insatisfacción corporal entre los adolescentes. Así, un 47% de las adolescentes dijo querer adelgazar (ante la pregunta cómo te sientes con tu cuerpo); el 41% de las adolescentes ha hecho dieta alguna vez sin control médico y hasta el 86% de los y las adolescentes afirmaba haber recibido burlas por su físico.
Debemos recordar que "los comentarios negativos sobre el físico del niño o adolescente, tanto por parte de su familia como por parte de los compañeros y compañeras son un factor de riesgo a la hora de desarrollar una anorexia o bulimia nerviosas", comenta Bujalance. Una autoestima baja o una imagen corporal negativa son también factores de riesgo; así como las familias donde las dietas están muy instauradas y dan demasiada importancia a la imagen estética y corporal.
En la aparición de los trastornos de la conducta alimentaria emergen varios factores. Uno de ellos son los factores personales: son más vulnerables las personas con dificultades en las relaciones interpersonales o que dependen en exceso de las opiniones externas
En general, debemos saber -apunta por su parte la Dra. Jiménez- que los trastornos de la conducta alimentaria emergen debido a la confluencia de múltiples factores. Por un lado -enumera- están los factores socioculturales: por la presión social, que considera el atractivo físico como el valor personal predominante, equiparando belleza y atracción con delgadez; por otro, factores genético-biológicos: existe mayor riesgo si tienen familiares que han padecido esta enfermedad.
También estarían - añade la doctora- los factores personales: son más vulnerables las personas con dificultades en las relaciones interpersonales, o que dependen en exceso de las opiniones externas y que eliminan las emociones e imperfecciones. Y por último, factores familiares, esto es, familias en las que la apariencia ocupa un lugar privilegiado y/o si no existe una alimentación estructurada.
Sin duda, "hacer dieta es el factor predisponente más importante, tanto más cuanto mayor sea su duración e intensidad", afirma Jiménez. Además, en pacientes con factores de vulnerabilidad, "algunos eventos pueden actuar como precipitantes de la enfermedad: el inicio de una dieta, los comentarios negativos acerca de su aspecto físico, cambios vitales como la separación de los padres, estudiar en el extranjero, situaciones de acoso, experiencia sexual no deseada o el confinamiento (durante la pandemia COVID-19)".
Claves para prevenir los trastornos alimenticios
Los factores de protección son como hemos dicho, aquéllos que disminuyen el riesgo de aparición. "Aunque es verdad que -por desgracia- no son una garantía al 100%, sí nos ayudan a prevenir el trastorno, incluso también en el caso de que aparezca nos ayudan a salir de él con más facilidad", afirma Bujalance.
Podemos decir que "de forma global, los factores de protección pueden evitar la aparición del trastorno de alimentación y en el caso de que se dé, igualmente son una ayuda para salir de él. Por lo que, en el caso de darse, es mejor que aparezca en una familia que tenga incorporados esos factores de protección", asegura.
Sin duda, lo más importante para prevenir la aparición de estos trastornos es tener de base, una imagen corporal positiva, una buena autoestima, capacidad para gestionar emocionales y habilidades sociales (algo que se vio reducido durante la pandemia).
Es muy importante -añade- que "desde la infancia cultivemos una buena autoestima y una imagen corporal positiva que va muy de la mano con fomentar el respeto a la diversidad corporal: entender que nadie es mejor que nadie por tener el cuerpo que tiene. Debemos ayudarlos a ser críticos con esa presión social estética: plantearse qué hay detrás de una foto, de si todo lo que vemos en las redes sociales es real, de si hay marcas o publicidad detrás, de si hay filtros o no… Enseñarles a ser críticos con lo que ven y nos muestran en general, no solo en las redes sino también en la publicidad convencional o en las series de televisión".
Es muy importante que desde la infancia cultivemos una buena autoestima y una imagen corporal positiva que va muy de la mano con fomentar el respeto por la diversidad corporal
Por otro lado, es también muy importante dar ejemplo como adultos en cuanto a la alimentación. Es fundamental enseñar desde la infancia buenos hábitos saludables: aprender a comer sano (por salud y no por imagen) y entender además, como explicamos en este artículo que llevar una dieta sana no significa que tengamos que privarnos de caprichos.
"También es importante que valoren la comida -no solo como algo clave en la salud- sino que la alimentación y la comida sea agradable desde el punto de visto sensorial y emocional: que no tengamos miedo a comer una día porque nos apetece un cruasán, que no pasa nada", asegura la experta. Por lo que en este sentido, "la mejor inversión para conseguir que tus hijos coman bien es que a ti te vean comer bien y que te relacionas con tu cuerpo bajo criterios de salud y de disfrute".
De acuerdo con esto es fundamental -como factor de protección- hacer al menos una comida en familia. En este caso la cena, ya que la comida la suelen hacer en los comedores escolares. "A ser posible, que no haya móviles en la mesa para así fomentar el diálogo y la conversación entre toda la familia".
El papel del pediatra en los trastornos alimenticios
Además de la familia, es fundamental no sólo en la detección del trastorno de alimentación sino también en la prevención, el papel de los pediatras.
Como asegura la doctora Jiménez, "el/la pediatra, por su proximidad y confianza con el paciente y la familia, se encuentra en un lugar privilegiado para la detección de los pródromos (síntomas iniciales) o incluso en los primeros estadios del trastorno de alimentación".
Esto es fundamental, ya que "el diagnóstico y tratamiento precoz pueden mejorar considerablemente la evolución y el pronóstico de la enfermedad. Por ello es esencial conocer los síntomas/signos de alarma (en este artículo os contamos cómo las familias pueden detectar en sus hijos/as un trastorno de alimentación)", añade.
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Así, es clave que tanto los padres como pediatras fomentemos "hábitos saludables de alimentación y ejercicio, sin focalizar la atención sobre el peso y la figura corporal y dando ejemplo. Promover las comidas en familia y la autoestima de los niños y adolescentes, sin que se base en su aspecto físico. Además, facilitar la comunicación y la expresión de los sentimientos y las relaciones interpersonales directas es de suma importancia", concluye la doctora Jiménez.