Jessica es sólo un ejemplo del estudio del CSIF. Ahora por fin sonríe, pero ha vivido cinco años de maltrato en los que según cuenta, vivió un "control" desde que se levantaba hasta que se iba a dormir: "Me acompañaba todo el rato y me llegó a poner un GPS en el móvil".

Su jefa se dio cuenta, y cuando le contó su situación, la respuesta fue darle al día siguiente la carta de despido.

Como Jessica, todos los días una mujer se ve obligada a dejar su puesto de trabajo a causa de la violencia machista. CSIF lanza una campaña para la detección precoz en el trabajo "para que no pierdan retribución, para que tengan ese apoyo en el trabajo y para que no tengan que estar continuamente justificando".

Ocho años duró el infierno de Sandra y sus hijos. En su trabajo lo detectó una compañera cuando llegaba "con ansiedad y rota". Pero ella sí encontró apoyo e incluso le facilitaron el horario.

Bienvenida llegó a quedarse embarazada de su maltratador, que incluso llegó a "empujarla hacia la carretera para que un coche la atropellara". Decidió huir y ponerse a salvo, y ahora lo cuenta y pide un cambio social para ayudar a más víctimas.

Ellas son la prueba de que con la implicación de todos, sí hay salida.