El Cementerio de Staglieno “no es cualquier cosa”

Por supuesto que “no es cualquier cosa”. A lo mejor las lápidas de sus tumbas no son de color rosa o no hay enterrados héroes de Cuba, como dice Mecano en su canción, pero lo que si es seguro es que en él reposan restos ilustres y es uno de los camposantos más bellos del mundo. Será Napoleón, en 1804, el que promulgará un edicto que prohibía los enterramientos dentro de las ciudades e iglesias y provocó la construcción de cementerios a las afueras. Será precisamente esta ordenanza el origen de la construcción del de Staglieno en uno de los valles de Génova. El arquitecto Carlo Barabino presentará un proyecto en 1835 y al fallecer en la epidemia de cólera que asoló la ciudad ese año su discípulo, Giovanni Battista Resasco, se encargará de su finalización. En esta época, Génova era uno de los más importantes centros de poder, económicos y culturales de Italia. Familias de la alta burguesía deseosas de plasmar para la posteridad sus logros y, por supuesto, su poderío. Y que mejor forma de rememorar esos éxitos que encargando obras de gran belleza a escultores de renombre, como Leonardo Bistolfi, Augusto Rivalta o Giulio Monteverde. Esculturas que decorarán sus sepulcros y representan a las personas fallecidas en su lecho de muerte, el dolor ante la pérdida del ser querido o incluso morbosas, pero todas ellas con una innegable calidad artística. En Staglieno se encuentran tumbas de numerosas personalidades como la esposa de Oscar Wilde, Constance Lloyd; Ferruccio Parri, primer ministro italiano; o Giuseppe Mazzini, uno de los precursores del Risorgimento italiano. En la actualidad tiene una superficie de dieciocho mil metros cuadrados ya que tuvo varias ampliaciones. Cuenta con un cementerio protestante, otro judío y uno inglés, junto con las zonas católicas y evangelistas. Sus magníficos conjuntos escultóricos, de mármol o bronce, integrados en la vegetación son un recorrido a través de los estilos y tendencias arquitectónicas de los siglos XIX y XX.