ENTREVISTA
María Jesús Puerta Angulo: del cáncer de mama al podio internacional de la NASA con un proyecto de reciclaje espacial
Su proyecto, llamado Esperanza, utiliza un gemelo digital para simular cómo transformar residuos en recursos útiles.

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Pocas historias combinan ciencia, superación personal y compromiso familiar como la de María Jesús Puerta Angulo. Ingeniera de minas y madre, acaba de convertirse en la única ganadora internacional del concurso Lunar Recycle de la NASA, que busca soluciones innovadoras para gestionar residuos en futuras misiones lunares. Pero lo ha hecho desde casa, sin financiación ni apoyo institucional, mientras sigue en tratamiento por un cáncer de mama.
Su proyecto, llamado Esperanza, utiliza un gemelo digital para simular cómo transformar residuos (tanto los generados por los humanos como los propios materiales lunares) en recursos útiles. Un sistema que, además, podría aplicarse también aquí en la Tierra. Más allá del impacto tecnológico, María Jesús ha querido lanzar un mensaje a sus hijos y al mundo: que incluso en las condiciones más difíciles, una sola persona puede marcar la diferencia.
En esta entrevista, nos habla de su trayectoria, de su lucha personal, de cómo su experiencia con el cáncer la llevó incluso a desarrollar un sistema de IA para la detección precoz de la enfermedad, y de lo que significa para ella este reconocimiento internacional.
P: ¿Cómo nació la idea de tu proyecto Esperanza? ¿Qué te inspiró?
R: La idea de Esperanza nació al descubrir el Lunar Recycle Challenge, un concurso de la NASA que buscaba soluciones innovadoras para reciclar residuos en la Luna. En cuanto vi el anuncio en prensa, por mi marido que me lo dijo, supe que ahí podía aportar algo el reto encajaba perfectamente con mi experiencia y con el propósito que tenia además.
Vengo de superar un cáncer de mama todavía en tratamiento y he querido demostrar que, incluso desde casa, sin medios ni financiación, una sola persona puede conseguirlo. Era una lección para mis hijos.
Así nació Esperanza: un sistema basado en un gemelo digital que simula cómo transformar residuos lunares en recursos útiles, pensado para que las futuras bases en la Luna sean sostenibles y autónomas. Pero también nació como una forma de demostrarme —y demostrar al mundo— que la ciencia se puede hacer desde cualquier lugar… incluso desde un ordenador que ya no da para más como el mío.
P: ¿Podrías explicar, de forma sencilla, en qué consiste ese "gemelo digital" y cómo simula el reciclaje lunar?
R: Un gemelo digital es como un laboratorio virtual. En mi caso, he creado un modelo que reproduce cómo funcionaría una planta de reciclaje en la Luna, sin tener que construirla todavía.
Este sistema simula cada paso: desde la entrada de residuos —como plásticos, metales o restos orgánicos de una misión espacial— hasta su transformación en recursos útiles. También incorpora incluso, el uso del regolito lunar (el polvo que cubre la superficie de la Luna) como materia prima.
El gemelo digital integra datos reales de las misiones Apolo que he utilizado y modelado con Python, y emplea inteligencia artificial para tomar decisiones: qué reciclar, cómo hacerlo, qué procesos aplicar (como fundición, pirólisis o separación magnética), y qué materiales se pueden recuperar.
Es una forma de testear la viabilidad del sistema en condiciones reales lunares desde casa y permite mejorar el diseño antes de construir el prototipo físico. Es como entrenar una planta de reciclaje… en la Luna, pero desde la Tierra.
P: ¿Qué tipo de residuos se pueden reciclar en la Luna según tu modelo? ¿Qué productos se obtienen?
R: Mi modelo Esperanza está diseñado para reciclar tanto residuos humanos como materiales presentes en la propia Luna. Por un lado, aprovecha los residuos sólidos generados por las misiones espaciales, como plásticos, envases, textiles, componentes metálicos y restos orgánicos. Por otro, utiliza como recurso clave el regolito lunar, que es el polvo y fragmentos de roca que cubren toda la superficie del satélite.
Gracias al gemelo digital, simulo procesos como separación magnética, para extraer metales del regolito… y otros procesos que por privacidad no puedo explicar en detalle.
Todo el sistema está pensado para que las futuras bases lunares aprovechen al máximo lo que ya tienen allí, reduciendo la dependencia de suministros desde la Tierra y avanzando hacia una presencia humana verdaderamente sostenible en el espacio.
P: ¿Cuál fue el mayor reto al desarrollar un sistema de reciclaje en la Luna? ¿Podría aplicarse este modelo en la Tierra?
R: El mayor reto fue pensar en reciclaje sin gravedad, sin atmósfera y con recursos muy limitados. Nada se puede dar por hecho en la Luna: no hay agua corriente, no hay oxígeno libre, y todo lo que funcione debe ser extremadamente eficiente y autónomo. Diseñar un sistema que funcione en esas condiciones extremas, y que además aproveche los propios materiales lunares, me obligó a repensar procesos industriales desde cero.
Otro gran reto fue personal: lo desarrollé sola, sin financiación, sin equipo, y con un ordenador que apenas aguantaba las simulaciones. Ha sido un ejercicio de ingeniería, pero también de resistencia.
Y sí, absolutamente, el modelo puede aplicarse en la Tierra. De hecho, muchas zonas del planeta tienen condiciones similares: lugares remotos, sin acceso a infraestructuras complejas, donde hay que aprovechar al máximo los residuos y los recursos locales. El enfoque que propone Esperanza —un sistema digital optimizado, autónomo y adaptable— podría utilizarse, por ejemplo, en bases militares, misiones humanitarias o comunidades rurales aisladas.
P: ¿Qué importancia tiene el regolito lunar en tu propuesta? ¿Cómo se convierte en hormigón lunar?
R: El regolito lunar es fundamental en Esperanza. Es el material más abundante en la superficie de la Luna, y en mi propuesta lo trato como un recurso clave, no un simple polvo inerte. Está compuesto por fragmentos de roca, metales y minerales que, si se procesan adecuadamente, pueden convertirse en materiales útiles.
En concreto, el regolito se utiliza para fabricar lo que se conoce como "hormigón lunar" o lunarcrete. En mi sistema, simulo una serie de pasos para conseguirlo.
El resultado es un material sólido, resistente y aislante, con el que se podrían construir módulos habitables, bases, muros de protección o infraestructuras básicas en la Luna, sin depender de enviar desde la Tierra.
El regolito no es un residuo, es la materia prima más valiosa que tenemos allí. Y aprovecharlo bien es la clave para una presencia lunar sostenible.
P: ¿Cómo te has organizado para sacar este proyecto adelante tú sola?
R: Con mucha pasión, constancia… y resiliencia. Esperanza no es el primer proyecto que desarrollo por mi cuenta. Antes de esto, diseñé un modelo de inteligencia artificial para la detección precoz del cáncer de mama, fruto de mi propia experiencia como paciente y como ingeniera. Lo hice con la misma motivación.
Después de aquel proyecto, que no ha tenido mucha visibilidad, llegó Esperanza pero en la Luna , y decidí afrontarlo también sola. Sin financiación, sin equipo, y con un ordenador que ya casi no aguantaba. Me organicé dividiendo el trabajo en fases: investigación, diseño del sistema, simulación y validación. Utilicé software libre, datos científicos reales y toda mi experiencia técnica en minería y sostenibilidad. Pero sobre todo, lo hice con un propósito. Yo tengo mi propia historia, y quería demostrar —especialmente a mis hijos— que el éxito no está en no caerse, sino en levantarse con más fuerza. Y que se puede lograr algo grande si de verdad crees en ello.
Esperanza nació de ahí. Ni siquiera pensaba ganar. Solo quería que aceptaran mi propuesta y demostrarme que podía construir algo con sentido. Pero ocurrió algo aún más grande: me eligieron como única ganadora internacional por la NASA. Eso confirmó lo que intuía: que cuando hay pasión, conocimiento y propósito, incluso en soledad… se puede llegar muy lejos.
P: ¿Qué te gustaría desarrollar en la Fase 2 del reto si consigues los recursos necesarios?
R: En la Fase 2 me gustaría convertir el gemelo digital en un prototipo físico funcional. El objetivo es construir una maqueta a escala que demuestre que todo lo que he diseñado virtualmente puede funcionar también en condiciones reales, simulando lo más posible el entorno lunar: baja gravedad, ausencia de atmósfera, eficiencia energética extrema. Con los recursos adecuados, quiero integrar todos los procesos.
Pero más allá de lo técnico, mi objetivo es demostrar que una mujer sola, sin medios, desde España, puede liderar innovación espacial de primer nivel. Si consigo apoyo, quiero que Esperanza sirva también como inspiración y motor para crear un ecosistema de ciencia disruptiva desde lo local, con impacto global.
Este prototipo sería la base no solo para la NASA, sino también para futuras aplicaciones en la Tierra.
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