Adaptar 'The Sandman' no era una tarea nada fácil. Quizás por eso su historia lleva dando tumbos de productora en productora durante más de 30 años. Primero quisieron convertirla en película y en 2016 estuvieron muy cerca de conseguirlo. De hecho, Joseph Gordon-Levitt iba a ser su director y protagonista. Nada como un creador y actor potente para darle más bombo al proyecto. Pero la cosa salió mal. Gordon-Levitt abandonó el barco y la intención de llevar 'The Sandman' a la pantalla volvió a naufragar.
En estas que llegó Netflix y se interesó. El propio creador de las novelas gráficas, Neil Gaiman, se involucró personalmente en el proyecto y todos los demás decidieron que para aglutinar todo lo importante de las viñetas, era mejor hacer una serie que una película. Si no, se perderían demasiadas cosas por el camino. Con semejantes mimbres, todo pinta de fábula. Ahora que la serie ya está entre nosotros y hemos podido ver sus 10 episodios es hora de responder a la gran pregunta: ¿está 'The Sandman' a la altura de lo que se espera? Vamos a ello...
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Lo que nos gusta
El primer episodio
La serie arranca tremendamente bien. Su primer episodio sienta las bases de forma modélica. Pone delante de nosotros, los espectadores, todas las cartas boca arriba para que entendamos el universo de la serie y cómo funciona: quién es Morfeo, por qué hace lo que hace y el serio problema al que se enfrenta. Un problema que, es cierto, colea durante los diez episodios aunque la serie se olvida de él en algunos y eso es algo que analizaremos más abajo. Pero si nos centramos en cómo arranca 'The Sandman' va a haber muy pocas personas que vean el primer episodio y no quieran seguir con la serie. La atmósfera creada, los actores (magnífico Charles Dance que siempre borda sus papeles de malo) y la magnitud del problema que se plantea dan como resultado un episodio piloto tremendamente disfrutable.
Muerte
Es una de las hermanas de Morfeo. Y es con la que mejor se lleva. Neil Gaiman fue tremendamente exigente durante el casting hasta que dieron con la actriz que encajaba con el personaje. Y no nos extraña porque es un rol capital en los cómics. La británica Kirby Howell-Baptiste fue finalmente la elegida y es una de las culpables de que el dios del sueño acabe cayéndonos bien. Por lo menos en el único episodio en el que ella aparece. Es tierna, es comprensiva, es maravillosa. Es lo contrario a lo que solemos asociar a las encarnaciones que en otras ficciones se han hecho de la parca. Solo por ella merece la pena el 6º episodio que lleva por título 'El sonido de sus alas'.
El quinto capítulo
Y ya que hablamos de episodios en concreto, el anterior, el 5º ('24 horas') es otro de los momentazos de la serie. Un "momentazo" de casi una hora de duración que puede ser, sin duda, el mejor de todos. Una localización, siete personajes y una espiral de miseria humana disfrazada de pasiones y verdades. No hace falta más para que el mal rollo se te quede en el cuerpo durante un buen rato. La tensión y lo macabro de lo que ocurre está tremendamente bien conseguido. Sobre todo si lo comparamos con esa historia tal y como se cuenta en el cómic.
El Corintio
En un mundo onírico como el de 'The Sandman' personificar el mal podría haber supuesto un reto tremendo. Menos mal que Gaiman se sacó de la manga un villano aterrador con una imagen tremendamente atractiva. No el principal de la historia, pero si uno temporal que, a la postre, supone el antagonista de esta primera temporada. Un más que solvente Boyd Holbrook ('Narcos', 'Logan') compone a 'Corintio', una pesadilla sacada del mundo de los sueños que no quiere volver a él y que aprovecha el encarcelamiento de Morfeo para escapar y sembrar el caos y la muerte. Es seductor, es maquiavélico, es un malo que engancha aunque no podían darle más recorrido porque en la serie tiene más del que se le concede en los cómics. Y mejor que se deje las gafas puestas...
Fiel hasta el extremo
Si por algo destaca esta serie es por la fidelidad y el respeto extremo a los cómics que adapta. De hecho, hay escenas y planos del primer episodio que están sacadas tal cual. El resto de episodios también beben muchísimo de las viñetas así como la historia que abarca y que no va más allá de los primeros volúmenes de las novelas gráficas. Esa fidelidad le beneficia para saber a dónde ir, no andarse por la ramas y amarrar bien una historia que no va a ser del gusto de todos.
Lo que nos gusta menos
Historia dispersa
Esa fidelidad de la que acabamos de hablar, y que es verdad que es un gran punto a favor, tiene un doble filo. La serie hace que durante más de la mitad de los episodios se centren en una o dos tramas que acaban pronto y viendo personajes que desaparecen para no volver. En los cómics pasa igual. Hasta que se establece la trama en continuidad y descubrimos hacia donde quiere ir Gaiman vamos dando tumbos. Tumbos por historias interesantes pero que pueden hacer desengancharse al espectador medio. Sobre todo porque son historias autoconclusivas con muy poco recorrido, y lo que es peor, con personajes tremendamente interesantes (Johanna Constantine por ejemplo y que pide una serie para ella sola como ya ha insinuado el propio Neil Gaiman) que no vuelven a aparecer en toda la serie. Puede descolocar a más de uno y que se pregunte: "¿pero esto tiene algo que ver con lo que me contaban en el episodio anterior?".
Tom Sturridge
Es doloroso pero es así. Tom Sturridge lo intenta pero no llega. Sueña con ser Sueño, pero le viene algo grande. Quizás tenga que ver el estilo visual de la serie que nos lo enseña como más como un fan de The Cure que como el verdadero Rey de los Sueños. Es cierto que el personaje de los cómics era una imagen entre etérea y siniestra con los pelos de Robert Smith pero la impronta visual que le dio Gaiman hacía el resto y le convertía en un personaje memorable. Sí, Sturridge es solemne, es serio, es trascendental. Así es el Sueño de los cómics, pero hay algo que no encaja y, conforme la serie se acerca a su final se acrecienta la sensación. Nos importan más el resto de los personajes que el propio protagonista.
Poca ambición visual
La serie cumple. Los efectos también. Tanto en los personajes generados por ordenador como en los paisajes y escenarios pero... a la serie le falta esa personalidad arrolladora que sí que estaba en las viñetas y que hacía casi el 50% de lo que es 'The Sandman'. Si se quiere adaptar 'The Sandman' hay que clavar la atmósfera visual de Gaiman. Netflix no lo ha conseguido del todo. Le falta un puntito. Y es algo que ya es casi un rasgo en común con el resto de producciones fantásticas de la plataforma. Es decir, no se puede decir que la serie esté "mal hecha". Los efectos cumplen e incluso no se notan en muchas escenas (que es el mejor piropo que se le puede echar a cualquier efecto especial) pero parecen cortados por el mismo patrón. No son sugerentes, no envuelven a la historia. Son fríos, asépticos y 'The Sandman' debería ser todo menos una serie "fría". Estamos hablando del mundo de los sueños y en él, rara vez hay espacio para lo genérico.
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