Curro empezó gafado. Se subió a la Nao Victoria para su botadura y se hundió. Tuvieron que rescatarle.
Luego llegaron los dramas: se quemaron dos pabellones y las obras iban con retraso. Pero al final, la desierta isla de la Cartuja se llenó. Carmen Maura y Antonio Banderas, nuestras estrellas del momento, lo inauguraron vía satélite para el mundo.
Primera sorpresa: fue tanta gente que la noticia eran las colas. También se hablaba del calor. Prohibieron mojarse en las fuentes, pero los pies de medio planeta acabaron aquí a remojo. La gente acababa molida, pero contenta.
Todos recuerdan la comida: lo mala y cara que era esa 'paella queen' a 1.000 pesetas. Así que la gente se llevaba el tupper de casa, con navaja incluida. En los arcos de seguridad requisaban miles de cuchillos cada día.
Eramos tan novatos en grandes eventos, que en la tele nos avisaban para que no nos dejáramos llevar por los souvenirs.
En la Expo 92 tuvimos que ponernos al día con los idiomas. Cómo olvidar el pabellón de Japón y sus seis horas de cola o el australiano que batió el récord de estrechar manos.
Pero también recordamos lo bien que nos lo pasamos. Por fin nos asomábamos a lo moderno y lo disfrutamos.