En Jumilla, Murcia, iban a construir ‘Jumilla Golf’, un paraíso residencial de interior formado por dos campos de golf de 18 hoyos cada uno, variedad de apartamentos, adosados y villas, complejo hotelero de lujo, ciudad deportiva, comerciales y una amplia gama de servicios para disfrutar dentro del resort.
Pascual Carrión es un pastor de Jumilla que no tiene estudios. “Yo me dedico a mi ganado y a mis tierras. Pastor, de toda la vida, desde que tenía seis años. Me gustaba”, comenta. Y es que “a veces los animales te enseñan cosas. Te hacen aprender muchas cosas. Los animales son agradecidos. Te lo agradecen si los cuidas bien y si los tratas bien, hay personas que no”, asegura.
La construcción que se quería hacer se hizo con el consentimiento del ayuntamiento de Jumilla. Los partidos que gobernaban en aquel momento en Jumilla decidieron que tiraban para adelante, expropiando incluso a los vecinos.
"Tuve que defenderme con la ley hasta donde hubiera podido llegar"
La promotora fue comprando terrenos en esa zona para ir edificando el proyecto que querían hacer hasta que llegaron a las tierras de Pascual. Ahí se encontraron el problema. “Yo lo tenía muy claro desde el primer momento. Yo no voy a vender mis tierras. Tuve que empezar la batalla desde el primer momento. Cuando ya mis tierras quedaron definitivamente en el plan parcial y llegó un momento en que se me iba a expropiar, tuve que defenderme con la ley hasta donde hubiera podido llegar”, explica.
Pascual tiene cerca de 300 cabras su casa y su corral. El pastor empieza a sospechar que algo se le viene encima cuando ve el trazado de una línea eléctrica. “Me citaron al ayuntamiento, cuando presentaron un proyecto que afectaba a mi tierra para llevar a cabo un tendido eléctrico de alta tensión. Me quedé atónito”, confiesa.
Al hombre le ofrecieron dinero por poner las torres de la luz en sus tierras. “Ya aprobado definitivo el proyecto, me visitaron los representantes de Iberdrola. Uno de estos señores me dijo: ‘Sabe usted que sus tierras están afectadas por seis apoyos y en la valoración que se ha hecho, le corresponde un millón de pero Iberdrola le da dos’. Yo no lo iba a firmar ni por uno ni por dos ni por 100. No firmé. Y se me expropió”, asevera.
Pascual llevó el caso a los juzgados y perdió el juicio. Así que lo recurrió al Supremo. “El pez grande siempre se come al pequeño. Pasaba con la dictadura y pasa con la democracia. Si es que se le puede llamar democracia a algunas cosas de las que vivimos en España. No lo sé. Porque la democracia es que a todos nos miraran igual”, comenta.
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