Jordi Évole entrevista al sacerdote Josep María Fabró en una vivienda que se dedica a acoger personas que ya han cumplido su tiempo de prisión, de cárcel, su condena, y que no tienen de inmediato donde ir. La casa pertenece a una familia de Martorell a la que pagan 700 euros al mes de alquiler que paga Caritas. Puede acoger a seis porque no hay sitio para más y de manera temporal.

Es una estancia para cinco, seis o siete meses,  pero después eso no se cumple porque cuando pasan cinco meses o seis, están igual que cuando llegaron. Por tanto no tienen sitio donde ir. La selección de los presos que llegan a la vivienda la hacen los trabajadores sociales. Acogen al que sea  porque “no podemos decir: Este no lo quiero y aquel tampoco.  Este es demasiado malo, aquel…  No. Venga quien venga es acogido”, explica el sacerdote.

El padre Josep María Fabró asegura que no tiene nada para ofrecerles “excepto la casa, la acogida y que ellos me usen a mí o a los voluntarios  para lo que nos necesiten o para lo que les podamos ayudar”.

Fabró le confiesa a Évole que acogería en su casa al ‘loco del chándal’ porque le conoce desde que entró en prisión. Cuenta que cuando murió el padre del recluso entonces, acudió un montón de gente sólo para ver si bajaba esposado. El sacerdote, como se dio cuenta de ello, fue a los Mossos y les pidió que por favor lo dejaran sin las esposas, que él se hacía responsable. Ellos aceptaron. “Evité que la gente disfrutara viéndolo”, comenta.

El padre Josep María Fabró asegura que en la vivienda tuvieron al ‘violador del Eixample’. Cuenta que tenía una voluntaria en la casa que no lo quería ahí dentro de ninguna manera porque tenía dos hijas y una de ellas tenía 15 años. Decía que le daba mucho miedo que ese chico estuviera  por ahí suelto y que un día le viniera una vena y le cogiera a su hija. El sacerdote habló con ella, la entendió e intentó que entendiera que le debían ayudar.

El sacerdote cometa que todo el mundo merece una segunda oportunidad aunque no esté rehabilitado, aunque haya cometido el crimen más horroroso. “Cada vez que caiga, le ayudaremos a que se levante. Caiga las veces que sean”, asegura.