Hasta en siete ocasiones los negociadores hablaron con los secuestradores de María Villar. Alberto Carba, jefe de la unidad de Secuestros y Extorsiones de la Policía ha dicho que "en cuatro horas de negociación hubo varias llamadas".

Dos de ellas fueron pruebas de vida, en las que se puedo a escuchar a María. Fue en una parada donde María subió confiada a un taxi con una licencia falsa. Hizo dos llamadas, a su marido y a un restaurante para pedir comida. Pasados 15 minutos, un segundo secuestrador, Saúl Roldán, el único detenido por el momento, sube a la parte trasera del vehículo.

Según explica Carba, "la chica se revuelve y provoca que el conductor, que también era uno de los secuestradores, se gire y la dispare con una taser".

Le ataron las muñecas con grilletes de Policía, un dato que hace sospechar que uno de ellos fuese un posible exagente. Posteriormente, la inmovilizan en la parte trasera del vehículo, lugar en el que permaneció las 30 horas que duró el secuestro.

Alberto Carba añade que "hay un habitáculo secreto que comunica la parte de atrás con el maletero".

Después, sacaron dinero en varios cajeros con sus tarjetas. Era una banda sin recursos ni experiencia y durante todo el tiempo consumieron alcohol y drogas. El teléfono desde el que se hicieron las llamadas de negociaciones fue la clave para la detención de Saúl. Carba añade que "realizó una llamada a su familia desde ese teléfono".

Según su confesión, el asesino de María Villar fue el propio conductor. "Su temor a ser reconocido y a recordar el número de matrícula de licencia del coche es por lo que decide eliminar a su víctima", destaca Carba.

Reconoce, además, que él no fue el cerebro, que las órdenes las recibió por teléfono desde una cárcel.