Félix Steven Manrique tenía montada una peculiar familia y hasta tenía un grupo de WhatsApp para que sus esposas hablasen y se conociesen. Él se dedicaba a comer, dormir y captar nuevas adeptas mediante engaños, pero sobre todo a maltratarlas, tanto física como psicológicamente, llegando a incluso pegar "con una correa".

Así lo recoge el informe de la Fiscalía de Perú, al que ha tenido acceso completo en exclusiva Expediente Marlasca. Un documento en el que los cuatro hijos pequeños de Manrique hablan de escenas de violencia, de abusos y de mucha hambre.

También, de cómo no podían ir al colegio porque "no les llegaba la plata", porque la plata, el dinero, era sólo para mantenerle a él. Y así dos de sus mujeres trabajaban "desde las 5.30 de la mañana hasta las 5.30 de la tarde", una incluso embarazada de ocho meses. Y así hasta los niños pequeños, ocultos en la selva, trabajaban en el campo, todos al servicio ciego del líder.

Sus esposas se turnaban para dormir con él, para mantener relaciones sexuales, lo que Manrique llamaba "alquimia", una especie de 'Nirvana' que se alcanzaba tomando ayahuasca. No se podían revelar, ni se podían ir de la secta y, si lo hacían, Manrique las amenazaba con matar a su familia.