A Salvador Ramírez le cayeron 17 años de condena en 2002. Con 28 asesinó a su mujer, Amanda del Carmen Cabezas, de 22. La dejó inconsciente, estrangulándola con el cable de la plancha y después la asfixió en la bañera de la misma casa de Algeciras en la que ambos vivían con sus tres hijos.

Hace dos años, cuando le concedieron la libertad condicional por considerar que no existía riesgo de reincidencia, Salvador se mudó a Córdoba. Su nueva casa se quemó el pasado 14 de junio, con él y su pareja dentro.

Cuando los bomberos entraron para rescatarles del fuego, descubrieron que él estaba herido y ella, Ana Lucía da Silva, brasileña de 45 años, estaba muerta. Los dos por heridas de arma blanca. De inmediato, el pasado criminal de Salvador desató las sospechas. 17 años después de asesinar a su mujer, Amanda, había vuelto a matar.

Aunque no es un caso único. Varón, de mediana edad, expresidiario, reincidente y con nombre similar. José Javier Salvador Calvo tenía 34 años cuando le vimos entrar en la Audiencia de Teruel, en 2003. Ante el juez, y ante su abogada, Rebeca Santamalia, confesó haber matado de 11 disparos a su mujer, Patricia Maurel, de 29 años.

16 años después, al salir en libertad condicional, buscó a la que había sido su abogada. El pasado 19 de enero, Rebeca apareció muerta, con varias puñaladas, en el piso que José Javier tenía en Zaragoza.

De nuevo un asesino machista volvía a reincidir. Crímenes que siguen siempre el mismo patrón... y que ya en la década de los 80 estremecían a la sociedad. Era el año 1988 cuando Ramón Laso asesinó a su esposa Lolita Camacho, de 25 años y a su hijo pequeño Daniel, de seis.

¿El móvil?, la joven había descubierto que Laso tenía una aventura amorosa y quería el divorcio. Pero Ramón no estaba dispuesto a pagar la pensión alimenticia que acarreaba la separación. Así pues, la asesinó. A sus 33 años, cumplió ocho de los 56 años de condena rebajada por buen comportamiento.

Pero Laso, volvería a matar. En 2009, asesinó a su pareja Julia Lamas y al cuñado de esta, y simuló una fuga. Es más, sus cuerpos nunca aparecieron y aún así, terminó en prisión.

Tras una investigación policial sin precedentes, en 2015 fue condenado a otros 30 años de cárcel. La sentencia reflejó que esta vez, Ramón Laso, asesino reincidente, debía de cumplirla íntegra.