La tensión en el puerto de Ceuta va en aumento por la presión migratoria. Un camionero se dirige directamente a los migrantes para pedirles respeto: "Os sacan de un camión y os volvéis a meter en otro. Respeto para nosotros no tenéis. A mí me encantaría que a todos les tocara la lotería porque no puedo estar jugándomela yo".

Liarla Pardo habla con Ismael, un marroquí de 17 años que lleva desde los 13 deambulando por el puerto de Ceuta tratando de llegar a la península: "Quiero estudiar para trabajar. Quiero una familia buena porque yo no tengo familia en Marruecos. Mi mamá tiene otro marido y no puedo vivir con ella. Yo salí a la calle con 12 años".

Ante este triste testimonio, un camionero dice que están en "pleno derecho de buscar una vida mejor" pero a asegura que a los transportistas les "influye" en su trabajo y no pueden "ser cómplices de ellos".

Dejamos el puerto y recorremos la ciudad en busca de la esperanza el centro de menores de Ceuta. Actualmente acoge a casi 300 chavales, cinco veces por encima de su capacidad. Nos recibe Antonio Palomo, la jefa del Aérea de Menores de Ceuta: "El día que mañana salte la valla 800 migrantes subsaharianos y 200 sean niños, Ceuta no tiene capacidad".

"Estamos colapsados, tenemos 19 kilómetros cuadrados. Para poder atender a los niños que tenemos necesitamos 26 centros y tenemos uno. Para mí la fórmula más importante es la creación de sistemas de protección trasnacionales. Que nos podamos poner de acuerdo con un sistema de protección en Marruecos para poder atender las necesidades de esos niños. Es innecesario que arriesguen su vida porque el sueño europeo no existe", asegura Palomo.

Son las cinco de la tarde y al puerto acaba de llegar un barco que zarpara a la noche a la península con los camiones dentro. El objetivo está claro para los migrantes: entrar en ellos. Un vecino se acerca enfadado: "Aquí nos han creado un problema ¿Por qué no los atiende el Gobierno marroquí? Ellos nunca se van a integrar aquí".

Los chicos han entendido sus palabras y le empiezan a llamar "chivato". Una camarera de un bar cercano también opina como el señor: "Es una vergüenza. Hemos perdido clientes porque les da miedo venir aquí por esta clase de gente. Vienen, empiezan a pedir comida, ven si se pueden llevar un bolso, un móvil…".

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