La madre de Charo Viera, de 92 años, falleció en la residencia Adolfo Suarez de Madrid. Ella fue una de las muchas personas a las que no derivaron a hospitales de la Comunidad de Madrid.

Charo cuenta que en cuanto vio que su madre empezó a empeorar pidió su traslado al hospital, dado que en la residencia no contaban con los recursos para que pudiese "salir adelante". La respuesta que recibió, asegura, es la que "ya sabemos todos".

"Sí llamabas a una ambulancia desde una residencia, veían su edad y no venían. La doctora me dijo que consultara con el geriatra y en el certificado de defunción de mi madre pone que el día 6 de abril se habló con geriatría y que no presentaba criterios para su derivación por los protocolos de coordinación para la atención a pacientes institucionalizados en centro residenciales de la Comunidad de Madrid durante el periodo epidémico de la Covid-19", recuerda.

Al hablar sobre los motivos que provocaron que su madre no fuese trasladada a un hospital, asegura que un hombre sí que fue derivado en el mismo día que ella pidió el traslado para su madre, mientras que a ella se lo denegaron. ¿El motivo? "Porque caminaba y no tenía deterioro cognitivo". "Así de duro", resume.

"La mayor condena que podía tener un anciano es estar atado a una silla de ruedas, porque el primer criterio era que pudiera o no deambular. Y si además tenía una patología previa, que tuvo un ictus hace cinco años, pues ya está, descartada, morfina y listo", asevera.

Cree que en esta crisis se ha "mirado a otro lado", algo que ha provocado que haya estado "muriendo gente que no se derivaba", denunciando que los grandes olvidados de esta crisis han sido las personas en residencias: "Cuando se liberaban camas, no había sitio para ellos (...) Había camas en la Sanidad privada, ¿por qué no disponíamos de ellas?".

"El hecho de vivir en una residencia ha sido una condena. Han abusado del hecho de que estuvieran en una residencia, lo que es claramente delictivo", lamenta Charo en Liarla Pardo.