Emmanuel Macron ha reconocido al fin la "deuda" que Francia tiene con la Polinesia Francesa por 30 años de pruebas nucleares en sus costas. Allí, el país galo se permitía hacer lo que no hacía en su litoral. Según explica la periodista Ariadna García Chas, durante tres décadas los franceses experimentaron allí con bombas atómicas y escogieron esta región, que era suya desde mediados del siglo XIX, para utilizarla como base de pruebas nucleares.

La primera de ellas fue en 1966. Las imágenes de la época dan cuenta de una enorme explosión: se trataba de una bomba más potente que la de Hiroshima y la prueba no fue subterránea ni submarina, sino al aire libre.

Pero fue solo la primera de las muchas bombas que vinieron después, de todo tipo, lanzadas desde barcos, bombarderos e incluso suspendidas por globos de helio. Llegaron a lanzar una bomba de 2.600 kilotones, el equivalente a 150 bombas de Hiroshima. En total, fueron 193 pruebas a lo largo de 30 años.

El último ensayo nuclear de Francia en la Polinesia fue una prueba submarina en enero de 1996, solo unos meses antes de la firma del tratado que prohíbe la realización de ensayos nucleares, que Francia firmó y ratificó.

¿Por qué eligieron concretamente la Polinesia para esto? La clave es que estas islas están a unos 15.000 kilómetros de la Francia continental. La persona tras esa idea fue el presidente Charles de Gaulle, que incluso estuvo presente en el primer ensayo. Polinesia no fue el único lugar donde Francia realizó pruebas nucleares, sino que también lo hizo en el Sáhara argelino, otra colonia francesa.

Además, Francia no solo vendía esas pruebas nucleares como seguras, sino que incluso hacía propaganda turística de la zona. Así se desprende de un vídeo de la época que presume de que "en tiempos atómicos, Tahití sigue siendo el Tahití de siempre". Allí, precisamente, en 1974, un error de cálculo en una de las pruebas contaminó toda la isla y a las más de 100.000 personas que la habitaban.

Nadie consultó a los habitantes de Polinesia sobre la decisión de realizar allí estas pruebas, pero los locales se hicieron oír: en los años 90, salieron a manifestarse junto a personas de todo el mundo que se desplazaron hasta allí para protestar y se produjeron disturbios importantes. La otra gran oposición a los ensayos fue la que ejerció Greenpeace: en 1985, los franceses bombardearon el barco de la organización 'Rainbow Warrior' y mataron a uno de los activistas.

25 años después de la última bomba nuclear en Polinesia, ¿en qué situación está? Lo cierto es que faltan medidas exactas de las consecuencias de la radiación y esa es una de las cosas que Macron en principio quiere enmendar. No obstante, tenemos el ejemplo de Bikini, en las Islas Marshall, para hacernos una idea: ese era el lugar que usaba Estados Unidos para sus pruebas nucleares y hoy allí el nivel de radiación es superior al de Chernóbil o Hiroshima. En su momento, de hecho, tuvieron que desalojar a la población.

Sí sabemos que en Polinesia ha habido consecuencias graves de la radiación: según los datos del sistema de salud de las islas, las polinesias de entre 40 y 50 años tiene las tasas de cáncer de tiroides más altas del mundo, un tipo de cáncer asociado a la radiación.

Hoy en día, las personas con cánceres o patologías asociadas a la radiación pueden denunciar a Francia, pero hasta el momento solo se han reconocido 63 víctimas oficiales de las pruebas nucleares. Sin embargo, según los cálculos de diversas organizaciones y universidades internacionales, habría más de 100.000.