El enfrentamiento entre defensores y detractores de las corridas de toros ha trascendido las calles para instalarse firmemente, y de nuevo, en el terreno político. Lo que alguna vez fue una cuestión principalmente cultural o sentimental ha sido politizado hasta límites insospechados, marcando una división clara en el panorama político español.
El punto de inflexión fue la prohibición de las corridas de toros en Cataluña en 2010, un movimiento que llevó el debate sobre la tauromaquia directamente al centro de la arena política. Se argumentó entonces que la medida se tomó por el bienestar animal, aunque se han planteado dudas sobre sus motivaciones reales, especialmente al permitir otras prácticas como el encendido de antorchas en las astas de los toros en algunos pueblos.
Esta decisión, vista por muchos como un acto de nacionalismo catalán, ha sido contrarrestada por la derecha española, que ha adoptado los toros como un símbolo de la identidad nacional. Partidos como el Partido Popular y Vox han hecho de la defensa de las corridas de toros una parte integral de su plataforma política, utilizando este tema para atraer a votantes afines a sus ideales.
Sin embargo, no todos los partidos están unidos en esta cuestión. Sumar, por ejemplo, ha propuesto la derogación de la ley de la tauromaquia, argumentando en favor de los derechos de los animales y el bienestar público. Por su parte, el PSOE ha mostrado ambigüedad en su postura hacia los toros. Aunque han aprobado leyes de protección taurina a nivel nacional, su enfoque varía dependiendo de la región, habiendo defendido los toros en algunas autonomías, como en la Comunitat Valenciana, Extremadura o Castilla-La Mancha, mientras que en otras han tomado medidas en su contra.
Esta polarización política en torno a los toros refleja una sociedad dividida, donde la tradición choca con los valores éticos y las identidades regionales se enfrentan a la idea de una identidad nacional unificada. Mientras tanto, el debate continúa, dejando en claro que los toros no son solo una cuestión de espectáculo, sino también de política y sociedad.
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