Lavado de "dinerito"
Acciona pagaba, el bar avisaba y Koldo cobraba en efectivo: el 'menú' oculto del Franky en Pamplona
La otra cara Mientras en la barra parecían servir comidas normales, en la trastienda se 'cocinaba' un sistema de facturas falsas para blanquear dinero y entregarlo en efectivo a Koldo, la clave de la operación.

Nadie comía. Nadie bebía. Pero las facturas corrían y el dinero llegaba. En el Bar Franky de Pamplona no se servían cenas de 2.700 euros, pero esas cifras aparecían una y otra vez en sus cuentas. Según el informe de la UCO, el local fue clave en una trama de facturas falsas que sirvió para desviar dinero público hacia los bolsillos de Koldo García, exasesor del Ministerio de Transportes durante la etapa de José Luis Ábalos.
Durante al menos dos años, de 2016 a 2018, este bar funcionó como tapadera para blanquear fondos supuestamente procedentes de mordidas por adjudicaciones de obras públicas. La operativa era sencilla, casi rudimentaria, pero muy eficaz: el bar emitía facturas por comidas o eventos que jamás existieron, a nombre de la constructora Acciona. Las cantidades variaban: algunas por 700 euros, otras por 1.525, y otras más abultadas, hasta los 2.750 euros. Todo falso.
Una vez hecha la factura, el documento se enviaba a Acciona, que pagaba sin rechistar mediante transferencia bancaria. Cuando el dinero aterrizaba en la cuenta del bar, llegaba el aviso: "Ya tengo el dinerito".
El receptor del mensaje era siempre el mismo: Koldo García, que entonces aún no había llegado al Ministerio, pero ya tejía una red de contactos y favores desde su entorno en Navarra. En cuanto recibía el aviso, Koldo se pasaba por el bar y recogía el dinero en efectivo. Dinero que, según la UCO, provenía en realidad de sobornos o pagos encubiertos relacionados con adjudicaciones públicas.
Facturas sin comida, dinero sin rastro
Las facturas no eran casuales ni puntuales. El informe de la Unidad Central Operativa (UCO) habla de una actividad "recurrente y continuada en el tiempo". El bar Franky no solo facturaba a Acciona: también emitió al menos una factura a nombre de la UTE Recajo, una unión temporal de empresas vinculada a proyectos en Navarra. En esa ocasión, el importe fue de 2.700 euros. Nadie se presentó al local, no hubo cena, pero el dinero sí entró.
La relación entre Koldo y la constructora no era nueva. Según la Guardia Civil, el vínculo se remonta "al menos" a 2015 y se articulaba a través del empresario Fernando Merino, figura clave en adjudicaciones de obra pública en la comunidad foral.
Todo esto se hacía con ayuda de un pequeño equipo de confianza. El bar estaba regentado por Francisco Javier Lorente, pero las gestiones fiscales las realizaba su asesor, Miguel Moreno. Era Moreno quien confeccionaba las facturas, hacía los ajustes y mantenía las comunicaciones con Koldo. En los correos intervenidos por la UCO aparecen detalles tan reveladores como uno de octubre de 2017, en el que el asesor escribe: "Ya tengo dinerito".
Las pruebas: correos, facturas, y transferencias
Uno de los episodios más claros recogidos por los investigadores es del 26 de noviembre de 2016. Ese día, Koldo envía a Moreno una tarjeta de Acciona con su NIF. Le indica cómo y a nombre de quién debe ir la factura. Moreno pregunta en qué cuenta debe hacerse el abono. Koldo responde: a la de Francisco Javier Lorente, el dueño del bar. Tres días después, el 29 de noviembre, Moreno le manda por correo electrónico la factura ya confeccionada: 1.525 euros a nombre de Acciona Infraestructuras. Y el ciclo vuelve a empezar.
En otra ocasión, el 9 de noviembre de 2017, Koldo remite a Merino una nueva factura por 2.750 euros, aunque esta vez la UCO señala que se ocultaron tanto el nombre de la empresa beneficiaria como el concepto del pago. Un intento, según los agentes, de evitar que la operativa quedara demasiado expuesta.
Ya en enero de 2018, Koldo vuelve a dar instrucciones: hay que emitir otra factura, otra vez a nombre de Acciona. Y que se usen los mismos datos de aquella primera factura de 2016. La trama no variaba. Solo se repetía, una y otra vez.
Un bar como pantalla: sencillo y eficaz
El bar Franky tenía algo que lo hacía perfecto para esta operativa: mucho movimiento en metálico. En apariencia, un bar más. Pero esa apariencia lo hacía ideal para camuflar ingresos falsos sin levantar sospechas. La Guardia Civil lo define como un intermediario perfecto: recibía transferencias como si fueran pagos normales por servicios de restauración, y luego convertía esos fondos en billetes, listos para ser entregados en mano.
Nadie más que los implicados sabía lo que pasaba. El local seguía sirviendo cafés y pinchos, mientras por la trastienda pasaban miles de euros destinados a financiar una red de intereses personales.